Este lunes se cumplen 30 años de la Constitución de 1991. Y, aunque allí se produjeron muchos simbolismos, hay uno especial: la amistad entre dos antagonistas, Álvaro Gómez y Antonio Navarro. Gómez, jefe del conservatismo, había sido secuestrado por el M-19. Navarro salió herido en una operación militar en la cual perdió la pierna, y acababa de firmar la paz junto con Carlos Pizarro, a quien asesinaron en 1990. Aun así, ninguno de los dos perdió el entusiasmo en el proceso. Con Horacio Serpa, los tres, presidieron la Constituyente. Gómez invitaba a Navarro a los encuentros de la sociedad bogotana, ante los ojos atónitos de sus amigos, y llegaron a tener un grado de confianza tal que muchos le atribuyen a la fluidez de esa relación los éxitos de la Constituyente.