El 26 de agosto pasado, tres de los precandidatos presidenciales del Partido Verde decidieron unirse y escoger a través de un mecanismo de elección quién sería el candidato presidencial que competiría con los demás aspirantes de dicha colectividad, entre ellos, Camilo Romero.
Los senadores Antonio Sanguino, Sandra Ortiz y el exgobernador Carlos Amaya pensaron que de esta forma reducirían el número de aspiraciones en el Verde. Hubo anuncios, fotos, celebración y espaldarazos.
La propuesta iba bien. Los tres aspirantes empezaron a recorrer parte del país, entre ellos, Cali y Boyacá. Adelantaban conferencias y respondían preguntas de los ciudadanos que querían conocerlos.
Sin embargo, durante los recorridos, la senadora Sandra Ortiz empezó a percibir la carencia de mujeres en el escenario político de cara al 2022 y no vio conveniente continuar la tercería. Al menos, no correr el riesgo de quedar por fuera antes de tiempo en una carrera electoral en la cual, según sus asesores, puede tener un mayor protagonismo.
Sin embargo, al aparecer hay otras razones de fondo.
La senadora no renunciará a su aspiración presidencial. Al contrario, seguirá buscando el escaño y hacerse contar, pero ya no entre la tripleta, sino con todo su partido, es decir, incluidos Romero, Jorge Londoño y el que salga en adelante del dúo entre Sanguino y Carlos Amaya.
SEMANA estableció que el profesor Antanas Mockus conoció el tema y fue respetuoso. Lo único que recomendó es que informara a los electores de la situación, un asunto que analizan y que darían a conocer en las próximas semanas. Las directivas de la Alianza Verde ya están notificadas.
En realidad, entre Carlos Amaya y Antonio Sanguino lo más posible es que surja un acuerdo político en las próximas semanas y que juntos tomen una decisión que favorecía al primero. Al fin y al cabo, Amaya fue gobernador de Boyacá y tiene gran parte de las credenciales del Partido Verde en el país.