Santrich lleva 27 días sin comer y tomando solo agua. Le han ofrecido suero, pero lo ha rechazado. Solo está tomando unas pastillas para la epilepsia, tratamiento que ha seguido durante años. Como sabe que hay un debate sobre si el Estado debe o no dejarlo morir, decidió consignar por escrito su posición. Ha redactado una serie de cartas en las que exige que no lo revivan si pierde el conocimiento y que no hagan nada para prolongar su vida. Aclara que exime al Estado de toda responsabilidad sobre su muerte.