El envejecimiento es un proceso dinámico que va desde el nacimiento hasta la muerte. Como es de esperarse, en ese transcurrir de la vida presentamos muchos cambios y apuntamos al objetivo máximo: mantener la mayor funcionalidad posible, tanto en lo físico como en lo mental.En este camino, la vejez es quizá la más extensa de las etapas. Suele hablarse de “vejez temprana”, entre los 60 y los 79 años, y de una “vejez tardía” en aquellos que superan los 80 años. Los cambios cognitivos son muy diferentes en cada una y mucho más pronunciados en la última. La memoria es la gran protagonista de los cambios mentales asociados a la edad. Hay muchos tipos de memoria y existen dos grupos: la memoria de corto plazo y la de largo plazo. La primera también se conoce como memoria de trabajo y se caracteriza por presentar un almacenamiento temporal de la información, para poder cumplir o desempañar una acción, pero que no se requiere en otro momento. Un buen ejemplo de este tipo de memoria podría ser una orden sencilla como “márquele por el teléfono a su hija”, “escríbame esta frase”, “saque el jugo de la nevera” o “páseme la mantequilla”. Esta memoria se puede modificar ligeramente con los años y ser de menor calidad en la medida en que envejecemos.El segundo grupo se denomina memoria a largo plazo y es algo más compleja y extensa. La memoria explícita es muy relevante, pues sus dos categorías nos denotan las principales funciones mentales de los seres humanos: la Memoria Episódica y la Memoria Semántica. La episódica se encarga de responder a preguntas cómo “qué, cuándo, cómo y dónde”. Se suele asociar, aunque no siempre, a eventos recientes: ¿dónde dejé las llaves?, ¿cuándo me dijiste eso?, ¿qué desayuné esta mañana? Esa memoria se puede modificar con el paso de los años y es normal que se nos afecte a medida que envejecemos. Así que si se nos olvida dónde dejamos las llaves, podríamos pensar que eso es aceptable y no por ello diríamos que estamos enfermos.La memoria semántica se relaciona más con hechos y conocimientos, es como el disco duro de un computador. Dicho de otra manera, es la acumulación de conocimientos y experiencias de toda la vida. Es decir, los viejos tienen una excelente memoria semántica y no solo no se modifica con la edad, sino que se incrementa y los hace más conocedores del mundo. A mayor educación, edad y conocimiento, mayor será esta memoria.En resumen, dependiendo del tipo de memoria encontramos cambios en algunas de ellas y en otras no, pero la memoria de la experiencia y del conocimiento es una de las grandes joyas de la adultez tardía. Cuando los cambios de la memoria asociados a la edad alteran el funcionamiento social, laboral o familiar, por un periodo continuo y sostenido, podríamos decir que estamos ante una situación anormal y deberíamos consultar a un experto. La posibilidad de tener una demencia es dependiente de la edad y sus manifestaciones y severidad cambian mucho entre los individuos. Aunque a la fecha no existe un tratamiento curativo, sí tenemos muchas intervenciones farmacológicas y especialmente no farmacológicas que pueden influir positivamente en la calidad de vida.Recientemente, un grupo de expertos publicó ‘La comisión Lantet en demencias: prevención…’ Allí nos muestran cómo podríamos prevenir las demencias hasta un 35 por ciento solo con intervenciones a lo largo de la vida como educación, nutrición, ejercicio y control de factores de riesgo y enfermedades crónicas (hipertensión, diabetes, y la corrección de problemas visuales o auditivos). El mantener una mente activa y crítica nos asegura incidir sobre la posibilidad de tener un deterioro cognitivo y todo tipo de terapias o ejercicios en este sentido son bienvenidos. De hecho, los ejercicios que estimulan la memoria tienen cada vez más evidencia científica. Existe el mito de creer que las personas mayores son tristes o deprimidas y las evidencias científicas muestran todo lo contrario. Los cambios emocionales y afectivos son inherentes al ser humano y no específicos de los mayores. La invitación a todos ustedes es a que disfruten de la vida en todos y cada uno de los momentos y que igualmente estemos siempre aportándole activamente a un proceso de envejecimiento saludable y exitoso.*Director del Instituto de Envejecimiento de la Universidad Javeriana y jefe del Servicio de Geriatría del Hospital Universitario San Ignacio.Lea también: María Antonia y Rufina, dos colombianas con más de 110 años de vida