En los límites del figurativismoLa sección Proyectos, bajo el título Figurativismo, estará a cargo del curador norteamericano Jens Hoffmann, que viene por segunda ocasión, después de haber participado en la sección Foro el año pasado. Es conocido por su trayectoria en el Jewish Museum como director de Exposiciones Especiales y Programas Públicos, para el que realizó exposiciones emblemáticas como Animalia y The Arcades: Walter Benjamin and Contemporary Art, entre muchas otras. Además, es el actual codirector de Front International: Exhibición para el Arte Contemporáneo, en Cleveland. Su experiencia acerca al público y presenta el arte contemporáneo de una manera distinta.Para este año, 15 artistas que trabajan la forma humana de diversas maneras serán los protagonistas, por medio de una reflexión que parte del estilo propuesto por Beatriz González y Débora Arango. Artistas de dos momentos históricos de la Colombia de los años sesenta y mediados de siglo, respectivamente, ambas enfocaron su mirada en el tratamiento de temas populares y sociales, con evidentes distancias, para, a través de la realidad local, hacer una radiografía de una época que hoy ya es universal. Hoffmann tomó como punto de partida a estas dos artistas, pues como curador quería empezar con algo que se adaptara al contexto colombiano. “El trabajo de Arango y González me parecía muy relevante, incluso en relación con otros tipos de figurativismo que había encontrado en Europa”, explica. “Otra razón —agrega— fue la llegada a Norteamérica de un periodo conocido como formalismo zombi de arte abstracto, que solo funcionó como decoración conceptual para coleccionistas. Yo estaba más interesado en pintura figurativa, expresión que, desafortunadamente, fue excluida del mercado por mucho tiempo”. La obra El promesero, de Débora Arango, presentada por la galería El Museo, aterriza la idea de la sagrada familia en un recuadro de campesinos que viven en la miseria, amparados por la figura de un cristo sobre un altar decorado con gladiolos. Esta obra pertenece a una época particular en la que el arte le hacía una crítica punzante a la violencia conservadora.En el caso de González, se muestra la obra El camino del wiwa I, perteneciente a la colección de la Galería Casas Riegner. La imagen de una maloka reducida a ceniza por causa de un rayo que cayó en la Sierra Nevada de Santa Marta y mató a once autoridades indígenas fue serigrafiada por la artista, en un intento por inmortalizar hechos que pasan al olvido por causa de la novedad que producen los medios de comunicación. Le siguen artistas como la japonesa Akira Ikezoe o la estadounidense Austé, de ascendencia lituana, migrantes que viven en Estados Unidos y que tienen una mirada particular de la sociedad norteamericana, sus costumbres y sus tendencias emocionales.Artistas como Wilson Díaz, Marina Bunimov, Zach Reini y Dora Longo Bahia construyen paisajes y objetos que critican a los medios de comunicación, el consumismo y las tradiciones religiosas. Además, Hoffmann explora los alcances que puede tener la idea del figurativismo, a través de una reflexión que incluye artistas cuya obra bordea los límites de lo geométrico, lo abstracto y lo conceptual, como se ve en las obras de Jazmín López, Fabrizio Arrieta, Matías Duville y Heather Guertin. Más allá de los estilosEl curador para América Latina del proyecto del UBS MAP del Guggenheim, Pablo León de la Barra, y la creadora de la plataforma artística La Nocturna, Ericka Flórez, están a cargo de la sección Referentes, con la propuesta de romper los esquemas tradicionales que han sido implementados por la crítica. Así que inventaron una exposición ficticia ambientada en las décadas en que fueron creadas las obras. Aquella época de la revolución de estilos artísticos comenzó a mediados de los cincuenta, se extendió hasta finales de los setenta y se podía clasificar gracias a vocablos que críticos extranjeros inventaron: el conceptualismo, la geometría abstracta, el land art, el minimalismo, entre otros, fueron términos utilizados para explicar en qué consistía cada obra y qué técnicas había utilizado. Ese tipo de malentendidos a los que fueron sometidos los artistas locales que empezaron a hacer lo que ahora etiquetamos con nombres, cuenta Flórez, son los que quieren identificar e incluir en la muestra. Aquellas décadas en América Latina estuvieron signadas por dictaduras, discriminación, movimientos estudiantiles, desigualdad social, e incentivaron a que el arte formara parte activa contra esa discriminación o abuso de poder. León de la Barra y Flórez intentaron encontrar una exposición que se adaptara a esas exigencias pero, en vista de las limitadas posibilidades a la hora de escoger las obras, no fue posible y tuvieron que inventarse una.“La ficción nos permitía especular, y esto era necesario para lo que queríamos enfrentar: mostrar la dificultad de los críticos para poner nombres a las nuevas transgresiones en el arte del momento. Entonces, la ficción nos permitía pensar: si estos críticos le hubieran tenido que poner nombre a todo esto, categorizarlo, ¿cómo lo hubieran hecho?”, explica Flórez. El hilo conductor es una carta que le escribe Álvaro Barrios a León de la Barra, en la que le explica al curador su obra Museo Duchamp del arte malo, un museo imaginario que solo existe por correspondencia. La carta, incluida en la muestra, anuncia “una gran exhibición que reúna, exhaustivamente, el peor arte de los últimos tiempos”.En un mismo pasillo estarán expuestas obras de Fernando Botero y su exploración de la anatomía; Antonio Caro con la obra Defienda su talento, creada a partir de una cachetada que le dio al crítico de arte Germán Rubiano por no haber sido aceptado en el Salón de Arte de 1973; el videoperfomance Versus, del artista Ivens Machado, censurado en 1970 por la dictadura brasileña debido a que mostraba un beso homosexual. También se incluyen obras de Carlos Rojas, Ana Mercedes Hoyos, Carlos Ginzberg, Jorge Riveros, Hudinilson Jr. Lotty Rosenfeld, Luis Caballero, Alicia Barney, María Angélica Medina, María Evelia Marmolejo, Martha Araújo, Miguel Ángel Cárdenas, Paz Errázuri y Ulises Carrión. La exposición está atravesada por cinco líneas principales desglosadas de manera aleatoria para que el público no lo vea como una selección rígida y se permita descubrir cada obra sin el peso de un estilo particular. Los ejes son Señales de humo, compuesto por artistas que tienen como tema central lo místico, lo conceptual, lo gestual, lo lingüístico; Travestir estructuras, cuya reflexión central es alusiva al cuerpo y la sexualidad; Lo otro, propuesta de una visión que tienen los artistas desde afuera de viajes o sin pertenecer a ellos; Geometrías blandas y Rasgan, que trabajan en sus obras el tema de la geometría desde diferentes perspectivas.Localizaciones, lugares, locales y dislocacionesEs el título que recibe la sección de Artecámara, curada por Fernando Escobar. La propuesta de proyectos se consolida una vez más como una apuesta para mostrar artistas emergentes cuyos lenguajes pueden llegar a ser tan diversos y complejos como las dos secciones anteriores.Veinticuatro artistas presentarán grabado, fotografía, intervención digital, instalación, videoinstalación, dibujo, pintura y escultura de aproximaciones a la transformación del paisaje.Para Escobar, esa relación de alguien con algo define un lugar, que puede llegar a tener una escala. “Esa relación de alguien con un territorio particular, de alguien con un paisaje humano, un paisaje natural que deviene en imagen es lo que me interesa contar en esta exposición”, dice.Los objetos del cuarto, la tecnología de dislocación, las denuncias sociales producto de la explotación de la tierra, los paisajes imaginarios, los escenarios sonoros de participación y los objetos son algunos de los puntos de partida de la selección de las obras.