Helmut Bellingrodt, el primer deportista colombiano en obtener dos medallas olímpicas –un par de plata, en Munich, 1972; y Los Ángeles, 1984– está a punto de cumplir 70 años. No había nacido cuando Barranquilla fue anfitriona de los Juegos Centroamericanos y del Caribe en 1946. Sin embargo, el campeón de tiro conoce todo acerca de ese certamen: “Nunca antes un evento internacional de esta categoría se había realizado en Colombia”, recuerda. Era apenas lógico que con el regreso de los juegos a la ciudad, 72 años después, él debía tener un papel protagónico; por eso hizo parte del Comité Olímpico Colombiano y fue el jefe de la misión nacional. El experto tirador podría ser el abuelo de Álex Cujavante, quien a sus 24 años hace parte de la Selección Colombia de patinaje y actualmente es el campeón mundial de pruebas de fondo. Desde la época dorada del beisbolista Édgar Rentería, La Arenosa no tenía una figura deportiva de este nivel en una disciplina diferente al fútbol (tranquilo Teo). Álex y Helmut se llevan casi 50 años. Los separa el tiempo. La memoria. Pero los junta la gloria del deporte. Son pasado y presente; son parte de un listado de talentos como el boxeador Sugar ‘Baby’ Rojas o el futbolista Romelio Martínez. El patinador y el hombre de la buena puntería están comprometidos con el desarrollo deportivo en este Distrito que durante muchos años no apreció a los campeones que aquí nacieron. Pero eso está cambiando. Lea también: Así son los 13 escenarios deportivos que los Centroamericanos le dejaron a Barranquilla
Aunque se llevan casi 50 años, Helmut y Álex son grandes amigos. Los une una historia común y el interés de seguir impulsando el deporte en el Distrito. Foto por Giovanny Escudero. Es la una de la tarde de un viernes caluroso de finales de septiembre en Curramba. Los dos medallistas conversan relajados sobre dos pequeñas bancas en el barrio Villa Carolina, al norte de la ciudad. Se conocen hace mucho. Y hay historias y anécdotas que los unen, por ejemplo, el padre de Álex (de quien él heredó el nombre) fue el entrenador de hockey de Helmut Jr., el hijo del viejo Bellingrodt Wolf. Cuando era un niño, Álex Jr. no había oído hablar de la hazaña de 1972, en Munich, del experimentado tirador. Un día, cuando paseaba con su padre cerca del campo de tiro, le preguntó: “Papá, ¿y qué es ese ruido? ¿Qué es lo que practican?”. Álex sénior le respondió que ahí entrenaban los tiradores. El niño insistió, “¿y el tiro es un deporte?”. El padre, enojado, le contestó: “¿Que si es un deporte? ¿Es que tú no sabes que allí practica un medallista olímpico?”. Ahora ese niño tiene una buena amistad con ese ‘hombre de plata’. Y justo hoy, bajo el sol barranquillero juntos recuerdan los recientes Juegos Centroamericanos. –Mira, estos juegos eran muy necesarios para la ciudad, porque si te fijas, antes no contábamos con los escenarios más adecuados para practicar deportes. Pero después del evento nos quedaron unos excelentes –dice Bellingrodt, quien lleva una camisa azul clara, unos pantalones caquis y unos mocasines blancos con la bandera de Colombia bordada. –Hombre, claro, cuando yo empecé a patinar veía los escenarios abandonados y tenía que irme a otras ciudades con mejor infraestructura, era la única manera de competir a la altura de otros deportistas –le responde Álex, que viste una camisa azul, jeans y calza unos tenis–. Lo que dice es cierto. Muchos de los triunfos que obtuvo Cujavante los consiguió patinando con los uniformes de Boyacá y Antioquia; en este departamento vivió y entrenó durante varios años en el municipio de Guarne. Pero ahora ha regresado a su ciudad natal, donde hay un patinódromo bautizado en su honor y hace parte del Team Barranquilla, un programa de estímulos creado por la Alcaldía con el fin de apoyar talentos locales. Nada de esto habría pasado sin el empuje de los juegos, que lograron que muchos nuevos talentos se convirtieran en atletas. –¿Cómo viviste los Centroamericanos como competidor? ¿Cómo sentiste el apoyo del público –pregunta Helmut. –Ah, yo lo quiero repetir –responde Álex sin disimular la emoción–. Para mí fue un total orgullo y un placer que mi familia y mis amigos me vieran competir. De inmediato te contagias de esa energía de la gente. –¿No te sentías más nervioso con esa presión? –¡N’ombe! Todo lo contrario. Porque sales a calentar y ahí está la tribuna alentándote, te motiva. Pase lo que pase, tienes que dar lo mejor que tienes. Y el apoyo funcionó porque el patinador consiguió dos medallas de oro (de las 79 logradas por el país en el certamen). En la competencia de 10.000 metros su superioridad fue notoria, tanto que les sacó tres vueltas y media de ventaja a sus rivales. También le puede interesar: El Pibe Valderrama le agradece a Barranquilla El deporte lo consigue De acuerdo con la Organización Deportiva Centroamericana y del Caribe (Odecabe) estos fueron los más grandes juegos de la historia. Eso se debe, en buena parte, a la calidad de los escenarios que se construyeron, “de tipo olímpico, a la altura de unos Juegos Panamericanos –asegura Bellingrodt–. Para mí era un orgullo que todos los equipos participaran con ánimo, alegría y pasión; se sentían cómodos porque los espacios de competición eran los ideales”. Pero antes del evento hubo dudas. Parte de la prensa se preguntaba si los estadios alcanzarían a estar listos y si darían la talla. Los interrogantes surgían porque muchos evocaban algunas tristes historias, como las de las canchas fantasmas de los Juegos Nacionales en Ibagué. Cujavante recuerda que: “Antes del inicio de los juegos escuché rumores de que la pista de patinaje no estaría lista y fui a hablar con el alcalde Alejandro Char. Me dijo: ‘Álex, no te preocupes, la terminamos sea como sea’”. Así fue. Le cumplió al patinador. Y les cumplió a los futbolistas, beisbolistas, bicicrosistas, basquetbolistas; a todos los atletas. Los escenarios estuvieron listos a tiempo. –Se logró porque Barranquilla tiene magia –dice Cujavante. –Magia la que hizo el alcalde porque consiguió los recursos. Estos fueron los primeros Centroamericanos en los que la ciudad sede se encarga de costear todos los gastos de alojamiento y alimentación –explica Bellingrodt. –Lo importante es que esos escenarios perduren en el tiempo, de lo contrario todo este esfuerzo no habrá servido, Helmut. –Eso no va a pasar, tengo entendido que hay una partida presupuestal que asegura su mantenimiento hasta 2019, pero lo que dices es cierto, hay que crear una oficina para que estos espacios se mantengan. Porque si se dejan en manos de una entidad con otras funciones no se cumplirá bien con la tarea –dice enfático el tirador. –Mira, para ponerlo en términos deportivos, yo creo que el balón está jugando en la cancha de nosotros los barranquilleros. Debemos apropiarnos de esos escenarios. Tenemos que sentir y entender que son de todos, y reconocer su componente social. El deporte puede ayudar a que la juventud barranquillera se aleje de la droga y se concentre en ganar medallas –puntualiza Alex. La buena noticia es que la Alcaldía lo sabe. La mejor forma de mantener estos espacios vigentes es realizando más eventos de la talla de los Centroamericanos, por eso se preparan para buscar la sede de los Juegos Panamericanos 2027. Barranquilla ya demostró que logra lo que se propone. Al final, muchas ciudades pueden conseguir el presupuesto requerido y contar con la infraestructura necesaria, pero, ¿y la magia? La magia es de Barranquilla. *Coordinadora editorial de Especiales Regionales de SEMANA.