CÉSAR AUGUSTO LONDOÑO: ¿Qué significa Barranquilla para usted? PIBE VALDERRAMA: Mucho, esta es la ciudad donde nos acogieron a mi familia y a mí. Yo jugué en equipos de varias partes del mundo, y en cada lugar me sentí querido, pero cuando llegué a Barranquilla contratado por el Junior entendí que este era mi lugar. Le cogí el gusto. Aquí la gente me trata muy bien, con mucho cariño y respeto. Tanto que me mandaron una carta para formalizar mi adopción como barranquillero. C.A.L.: Usted jugó en el Unión Magdalena, en Millonarios, en el Deportivo Cali, en Medellín, en Francia, en Estados Unidos y en Barranquilla. ¿Cómo recuerda su paso por el cuadro ‘Tiburón’? P.V.: La primera imagen que se me viene a la cabeza es de esa época en la que los grandes futbolistas brasileños jugaban en el Junior; también estaba el samario Alfredo Arango y el argentino Juan Ramón Verón, la Bruja. Me gustaba mucho el ambiente de la hinchada, el juniorista siempre estaba pendiente de su equipo. Entonces desde ‘pelao’ yo dije: “Algún día tengo que jugar ahí”. Por supuesto que también me veía en el Unión Magdalena, donde estuve, pero soñaba con los tiburones por lo que representan para el fútbol de la costa Caribe. Sin embargo, los años iban pasando, me ponía las camisetas de otros equipos, y pensé que no llegaría. Pero a veces se cumple lo que uno desea y tuve la fortuna de formar parte de este club donde, gracias a Dios, terminé mi vida como futbolista. C.A.L.: ¿Cuál es la diferencia entre jugar en el Romelio Martínez y en el Metropolitano? P.V.: La cancha. Yo pienso que en el Romelio, como es más pequeño, se siente más la presión. En esa época, estaban en la radio el ‘champion’ Édgar Perea y Fabio Poveda, ellos prendían a los hinchas. Lo viví con el Unión, con la Selección Colombia y con Millonarios. C.A.L.: ¿Y cuando estaba en la selección sentía el cambio entre jugar en Barranquilla o en Bogotá, en Medellín u otra ciudad? P.V.: Claro. En el Metropolitano se vive un ambiente diferente y el calor de la ciudad, cuando se juega a las 3:30 de la tarde, lo siente más el equipo contrario. Como nosotros entrenábamos aquí todos los días ya sabíamos cómo era, teníamos una ventaja. Pero no siempre sirve el clima, es clave tener buenos jugadores y armar un gran equipo. C.A.L.: Cuando usted jugó en Francia y en Estados Unidos, ¿qué se llevó de La Arenosa? P.V.: No solo de Barranquilla, del Caribe. Incluso cuando me fui para Bogotá y Cali me llevé el calor humano de las personas, es algo que no se encuentra en otra parte, es único. Le recomendamos leer: El Mundial de Béisbol Sub-23 dejó buen sabor en Barranquilla C.A.L.: ¿Qué tiene Barranquilla que no tenga ninguna otra ciudad del mundo? P.V.: La gente. Normalmente en la costa todos son chéveres, pero en Barranquilla es especial. Vuelvo y le repito, me adoptaron, siento su cariño, respeto y admiración. Entonces yo digo: ¿qué más quiero? Pienso que elegí bien y estoy contento aquí.
La primera alegría que le regaló el Metropolitano a la selección fue su clasificación a Italia 90, que rompió una sequía mundialista de 28 años. Foto: Archivo Particular C.A.L.: Usted siempre quiso acabar su carrera profesional en el Unión Magdalena. Cuando estaba todo listo para jugar allá, ¿qué fue lo que pasó? P.V.: Ese fue uno de los sueños que no pude cumplir. No pude retirarme en El Ciclón, el equipo que yo más quiero. Cuando se hizo posible ya me había retirado. C.A.L.: ¿Y ahí fue donde usted dijo en Barranquilla me quedo? P.V.: Sí, fue una decisión familiar. Nos quedamos. Y tenemos a Santa Marta a una hora. Viajo allá cada vez que puedo, es que el cambio no fue tan drástico porque sigo en la costa. Vivo en una ciudad pujante, que tira pa’ lante y donde la gente me quiere. Como decimos nosotros, estoy amañado. Y aprovecho esta entrevista para agradecerle a Barranquilla por adoptarme como su hijo. Trato de devolverle lo que me ha dado desde el deporte, que es lo que me gusta. Vivo agradecido y orgulloso de cómo está creciendo esta ciudad. También le puede interesar: “Fueron los Centroamericanos más vistos de la historia” C.A.L.: Para usted, ¿cuáles han sido los tres mejores jugadores que vio en el Junior? P.V.: ¡Difícil! pero bueno; uno es el maestro Alfredo Arango, del que ya le hablé, que fue mi ídolo colombiano. También tengo que mencionar al brasileño Víctor Ephanor y al emperador peruano Julio César Uribe. C.A.L.: Me nombró a tres cracs. Ahora le voy a mencionar a tres colombianos y usted me habla de ellos. Comencemos por Víctor Danilo Pacheco... P.V.: Es uno de los grandes con los que tuve la oportunidad de jugar. Siento una admiración total hacia él, como persona y deportista. Cuando llegué al Junior Víctor era un ‘pelaíto’, le decían ‘Pachequito’. Pero yo le dije al difunto Fabio (Poveda Márquez, periodista deportivo): “No, nada de ‘Pachequito’, este pelao ya está grande, hay que ponerle ‘Pachecón’”. C.A.L.: Pero se quedó ‘Pachequito’… P.V.: Sí, así lo recuerda la gente. C.A.L.: Le menciono otro, Oswaldo el ‘Nene’ MacKenzie... P.V.: Ah, claro, Careperro, pura ‘calidá’. Yo le digo así de cariño. Otro grande. A los 18 años ya sabía que iba a ser una figura importante del fútbol colombiano y mundial. Cuando uno se retira de este deporte hace un recuento y piensa: con quién jugué, qué me pasó, qué hice, qué no hice. Jugar al lado de Careperro fue una satisfacción total, claro que sí. C.A.L.: Y un tercer nombre, Iván René Valenciano... P.V.: ¡Un goleador! Lo conocí, junto a los otros dos pelaos, cuando llegué al Junior. Sabía que con esa nómina podíamos ser campeones del fútbol colombiano. Quería un título. Ya había sido subcampeón con Millonarios, una vez; y con el Deportivo Cali, tres veces. Estaba ‘veterano’, tenía 30 y pico de años, pero me preparé físicamente y me dediqué. Con ese equipo dimos vuelta olímpica, fue una gran satisfacción. *Periodista deportivo.