En las últimas dos décadas Bogotá ha visto la explosión de grandes festivales de carácter internacional –privados en su mayoría– que han enriquecido la oferta cultural con la invitación de nombres de primer nivel. Y eso está muy bien, pero al mismo tiempo ha evidenciado la necesidad de descentralizar, democratizar, visibilizar y fomentar las expresiones que surgen desde las comunidades en música, teatro, cine, artes plásticas, danza y literatura. La cultura, en últimas, también provee uno de los pilares de la sociedad. Este fue el punto de partida en el año 2017 del programa de becas ‘Festivales al Barrio’, del Instituto Distrital de las Artes de Bogotá (Idartes), que le apunta a fortalecer estos eventos locales de pequeño formato con enfoque específico en lo comunitario y el territorio, y liderados por los colectivos del sector. Luego de varios encuentros entre Idartes y organizaciones culturales se detectó el problema de financiar estos festivales independientes ya que sus gestores, por desconocimiento o decisión propia, no contaban con una figura jurídica para manejar recursos económicos. En su primer año el programa se configuró como una invitación pública y luego se convirtió en beca, y surgió también para estructurar y garantizar unas condiciones dignas para estos espacios, sus organizadores, público y participantes. La apuesta por convertir el arte en un espacio incluyente y descentralizado tiene unos impactos positivos y cada vez más evidentes en las comunidades. Mientras que algunos pueden servir como una promoción de nuevos talentos, otros pueden funcionar como un ejercicio de paz y memoria, una recuperación de espacios olvidados o en desuso, o sencillamente para preguntarse qué define a una comunidad. “Los Festivales al Barrio cuentan con unas pésimas condiciones de producción, como consecuencia del pensamiento histórico de comunidad = periferia = pobreza = marginalidad, una cadena que debería romperse para llenarse de significados como equidad, dignidad, color, identidad”, concluyó Diana Avella –quien trabaja en Idartes como organizadora de los eventos ‘Al barrio’ y coordinadora de festivales de hip hop Al Parque– en uno de sus documentos de introducción a la beca. El acompañamiento que se ofrece consta de dos fases. La primera es un estímulo económico de 10 millones de pesos, mientras que la segunda es un proceso de formación para asegurar el desarrollo exitoso de los festivales. En 2018 los módulos de talleres cubrieron elementos como la misión y espíritu de los festivales al barrio, la planeación, procesos administrativos y gestión de recursos, la articulación territorial, herramientas de comunicación para festivales de pequeño formato, y la producción de estos. En 2019 el proceso comenzó y logró contar con el apoyo de la Cámara de Comercio de Bogotá para que los colectivos escogidos pudieran asistir a procesos formativos sobre espectáculos de música en vivo y discusiones sobre la autosostenibilidad de estos eventos. Escuche también: Rock al Parque En su primer año un total de 30 festivales resultaron escogidos y distribuidos así: 18 enfocados a la cultura hip hop, seis de otras músicas, dos de artes plásticas, dos de danza, uno de teatro y otro más de cine. Cerca de 8.000 personas asistieron a las diferentes actividades, al tiempo que 479 artistas emergentes y de larga trayectoria se presentaron. En total 12 localidades fueron beneficiadas. Para 2018 la beca Festivales al Barrio se presentó en el marco del portafolio distrital de estímulos de la Secretaría de Cultura de Bogotá, a través de convocatoria pública, y se volvieron a ofrecer 30 estímulos divididos en dos categorías: 10 para los que ganaron en 2017 y 20 para los que se presentaban por primera vez. Entre los ganadores de esta edición predominaron los eventos de hip hop, pero también hubo otro tipo de premiados, como el IV Festival Teatral Itinerante Comunal de la localidad Rafael Uribe Uribe, el IV Festival Mujeres, Paz y Memoria en Ciudad Bolívar, o el V Festival Tributo Mujer en Usaquén. “Bogotá es cuna viva de procesos comunitarios, culturales y artísticos. Hay festivales locales que se crearon desde la necesidad de resignificar o dignificar un territorio, o de entregarles aspectos tan sencillos como la ocupación y la vida en el espacio público en la ciudad. Identificamos que dignifican la vida de muchas personas, de jóvenes y adultos mayores a través del arte, que le entregan la posibilidad de convertirse en artista o agente influyente en su comunidad”, advierte Diana Avella. Los retos de esta beca siguen creciendo a medida que crece en número de participantes y registrados. Para este 2019 queda el reto de cómo convocar o aumentar la participación de otro tipo de festivales de sectores distintos a la música, o cómo se detectan nuevas organizaciones interesadas en el programa. *Editor de shock.co