El color turquesa del agua caribeña, el contacto con culturas distintas a la mía, y el ritmo pegajoso de la champeta me hicieron quedar en Cartagena. También lo hizo su gente. El vecino que siempre saluda en las mañanas antes de irse a trabajar o el que vende pescado con la mejor actitud. Estar rodeada de personas que se enfocan en ser felices fue inspirador para mí y eso trato de hacer desde que decidí quedarme en la ciudad. Mi historia comienza en 2011. Ese año salí de mi ciudad natal de Denver, Colorado, en los Estados Unidos, y llegué a Cartagena como voluntaria del programa ‘Cuerpo de Paz’, desarrollado por el gobierno estadounidense. Durante más de dos años viví con una familia y acompañé los procesos pedagógicos y psicológicos de los jóvenes del Colegio Soledad Román de Núñez, en el Barrio Escallón Villa. En el segundo año de voluntariado conocí a mi esposo cartagenero, José Uparela o ‘Jota’, como todos lo llamamos. Jota me ayudo conocer aún más de la ciudad y su gente, además de los corales. Cuando era niña pasaba todo el tiempo que pude en el agua y mi deporte favorito fue la natación. Cuando conocí a Jota, él me llevó a bucear por mi primera vez... Como en Colorado no hay mar nunca había tenido la oportunidad. De inmediato me enamoré del buceo y sentí una tranquilidad inmensa respirando bajo el mar y viendo la belleza de los arrecifes que están alrededor de Cartagena. En 2014 decidí viajar por varios meses con Jota al continente asiático para conocer diferentes culturas y sitios para bucear. Semanas antes del despegue y durante nuestro viaje busqué oportunidades de ser voluntaria allí, pues creo que la mejor manera de entender una cultura es conociendo sus contextos sociales y ser voluntaria es una puerta a un país, idioma, tradiciones y gente. Sin embargo, la búsqueda no fue fácil y muchos proyectos que encontramos no estaban bien organizados o mis habilidades no fueron lo que necesitaba el proyecto. Muchos no tenían página web o fue difícil encontrar un número para comunicarnos. Al final no pudimos coordinar con ellos, tampoco hacer el voluntariado. Esa situación me hizo reflexionar: lo mismo pasaba en Cartagena. Cuando regresamos empecé trabajar en una fundación. Me di cuenta de que el problema no radicaba únicamente en que a los extranjeros se les dificultaba encontrar oportunidades de ser voluntarios, sino que a las mismas iniciativas les hacía falta reconocimiento y apoyo. Teniendo en cuenta ese panorama, organicé la información de algunas iniciativas que generaban un impacto positivo en Cartagena a través de una página web sencilla. La llamamos Domino Volunteers, y empecemos a trabajar oficialmente en 2015. La bautizamos así porque ‘domino’ es la misma palabra en varios idiomas y, además, el juego del dominó une a las persona en Cartagena y crea un espacio de comunidad. Domino Volunteers fue fundado con este mismo espíritu y con el propósito de crear puentes y redes entre comunidades internacionales y locales. Lea también: ¿Cómo proteger la bahía de Cartagena? Al comienzo eran pocos proyectos y voluntarios, pero con el tiempo hemos ampliado la red. Hoy trabajamos con más de 30 proyectos de impacto social entre fundaciones, colegios públicos y grupos comunitarios, y hemos conectado a más de 800 voluntarios a proyectos sociales en Cartagena. Nuestro modelo siempre se ha basado en las necesidades de los proyectos locales, que nos indican el perfil de voluntario que se necesitan. Después, cuando nos llega una persona interesada en ser voluntaria y que posee las habilidades y experiencia requeridas por un proyecto, hacemos la conexión. Así, la iniciativa recibe exactamente el tipo de apoyo que necesita y el voluntario está en un proyecto donde puede realmente ayudar y sentirse útil. Además de esta conexión, nosotros ayudamos a nuestros voluntarios a establecerse en Cartagena, a ubicarlos en casas de familias locales. Al terminar su tiempo de voluntariado, ellos regresan a sus países con más respeto por Colombia, con un mejor nivel de español, con nuevos amigos que vienen de ambientes totalmente distintos al suyo, y nuevas perspectivas sobre la vida y la felicidad. Con el tiempo hemos crecido. Ahora, además de voluntarios individuales, recibimos practicantes de varias universidades extranjeras, organizamos eventos con grupos grandes de voluntarios de empresas o fundaciones internacionales y ayudamos a donantes a encontrar proyectos legítimos para hacer aportes de forma transparente. Experiencias bajo el mar Mi pasión por el mar también se la debo a Cartagena. En 2014 me certifiqué como buzo profesional gracias a mi esposo, ‘Jota’, quien es el dueño de un centro de buceo llamado Paraíso Dive Cartagena. La empresa hace parte de la asociación profesional de instructores de buceo más grande del mundo, PADI. Además del negocio tradicional de venta de cursos y excursiones de buceo recreativo, hemos creado un programa junto a los jóvenes de Bocachica, un pueblo al sur de la isla Tierra Bomba, cerca a Cartagena, para educarlos sobre los corales y su conservación. Con esta iniciativa buscamos generar conciencia sobre la importancia de estos ecosistemas y formar instructores profesionales de buceo de las mismas islas alrededor de Cartagena para que ellos pueden participar en el mercado de buceo para turistas en Cartagena. Me preguntan mucho por qué trabajo con las comunidades locales y la respuesta es ‘¿Por qué no?’. Para mí, la verdadera cara de Cartagena siempre ha sido la más bonita, divertida e interesante. Soy consciente de que yo no tengo las mejores soluciones, pues son los mismos cartageneros los que las tienen. Así que la idea siempre ha sido apoyarme en personas e iniciativas exitosas y, al mismo tiempo, permitirles a ellos que se apoyen en mí. Colaborar y crecer juntos es la única manera. *Cofundadora y directora de Dominó Volunteers.