En 1988 abrió sus puertas en la ciudad de Shenzhen la primera fábrica de Foxconn, una compañía taiwanesa que ensambla gran parte de la producción de los iPhone de Apple y que en tan solo 20 años llegó a los 400.000 empleados. A esta le seguirían casi 1 millón de empresas privadas más, entre las que sobresalen gigantes chinos de la tecnología y las telecomunicaciones como Tencent Holdings, Huawei, ZTE y el fabricante de carros BYD. El número de inversionistas no fue lo único que creció en Shenzhen. También lo hizo su población, que pasó de 3 millones de habitantes en los años noventa, a los casi 13 millones que tiene hoy. Esa evolución la han vivido otras ciudades del suroriente de China como Hong Kong y Macao, atrayendo las miradas del mundo por su espíritu innovador y entusiasmando a muchos con la creación del ‘Silicon Valley’ asiático. De hecho, para el gobierno estas ciudades y otras nueve ubicadas en la provincia de Guangdong son la columna vertebral de un proyecto llamado Greater Bay Area, que consiste en posicionarlas como un poderoso hub tecnológico desde donde se impulsará la economía nacional y liderará el desarrollo del país en los próximos años. El año pasado, Shenzhen y Hong Kong alcanzaron un producto interno bruto similar: 345.000 y 340.000 millones de dólares, respectivamente. Cifras bastante superiores a otras ciudades de la nación asiática e incluso del mundo, que las han puesto en el radar de los inversionistas. Hong Kong ha mantenido durante años una reputación como centro internacional financiero y de negocios, que le ha permitido cultivar y fortalecer su ecosistema de emprendimiento. Le recomedamos leer: Cómo Silicon Valley planea reinventar la forma en que vivimos en las ciudades En 2015, por ejemplo, se creó el Innovation and Technology Bureau, una entidad encargada de impulsar políticas que promuevan el crecimiento de nuevas tecnologías. Al año siguiente, el reconocido Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) abrió en la ciudad su primer centro de innovación para promover la colaboración y el emprendimiento de la comunidad académica local con estudiantes y profesores. Para ese momento, según un informe de la agencia InvestHK, Hong Kong ya tenía cerca de 2.000 startups, un 24 por ciento más que el año anterior. Estas cifras motivaron nuevas medidas. A mediados de este año, el gobierno anunció que permitirá a los estudiantes hongkoneses, y de Macao, acceder a fondos estatales para investigación en ciencia y tecnología. Le puede interesar: Estas son las 10 mejores ciudades tecnológicas del mundo: ¿qué puesto ocupan las latinoamericanas? El caso de Shenzhen llama todavía más la atención debido a su corta historia como centro urbano. El camino para llegar a ser lo que es hoy se trazó a finales de la década del setenta, cuando era un conjunto de pequeños pueblos de pescadores con una población de unos 30.000 habitantes. En 1979, finalmente, obtuvo el título de ciudad y fue designada como la primera Zona Económica Especial de China. Políticas más flexibles con la inversión extranjera y local son algunos de los beneficios que sumados a los incentivos para crear empresa y a los impuestos favorables han acelerado su evolución como meca tecnológica e industrial. Poco a poco fueron llegando empresas, inversión, recursos y mano de obra calificada. De aquí comenzó a salir la mayor parte de la producción de discos compactos, DVD, consolas de videojuegos, memorias, televisores y celulares. Hoy, el futuro para Shenzhen y Hong Kong es prometedor. Aunque otras ciudades de China, como Chengdu y Chongqing, han querido convertirse en hubs de fabricación de PC y celulares, este poderosos dúo ya tiene un largo camino recorrido. Su vertiginoso y acertado crecimiento les ha dado prestigio y para China y el mundo son el corazón de la innovación y el crecimiento económico. *Editor de Enter.co