Para 2030 uno de cada cinco habitantes de las ciudades del mundo será chino. Esta república oriental conformó 19 aglomeraciones urbanas que representan el 90 por ciento de la actividad económica del país. Se trata de ciudades medianas y pequeñas, que articuladas alcanzan un tamaño de 12 millones de personas cada una, lo cual demuestra que este país se constituye en grandes regiones. El gobierno central les dio prioridad a tres de ellas para que se conviertan en los clústeres urbanos más innovadores y competitivos a nivel internacional en 2020. Estas son los deltas de los ríos Perla y Yangtze; y el corredor Beijing-Tianjin-Hebei. De esta manera se les permitirá a las ciudades más pequeñas, que se encuentran en etapas tempranas de industrialización, alejarse de las industrias pesadas contaminantes, mientras que los centros urbanos más grandes, pueden avanzar en la cadena de valor, al centrarse en la innovación. La razón de fondo para esta transformación, la más grande y veloz revolución urbana de la historia mundial, se debe a que el nivel de urbanización de un país está correlacionado con su crecimiento económico. Hoy, 35 ciudades chinas tienen cada una un PIB equivalente a un país entero. Por ejemplo, el de Shanghái es como el de Filipinas, el de Beijing como el de Emiratos Árabes y Guangzhou tiene una economía del tamaño de Suiza. El Global Cities Report 2018 registra un incremento inusitado de las ciudades chinas. Hace una década eran tan solo siete las urbes que habían alcanzado un nivel global; actualmente son 27. Esto demuestra el acelerado proceso de internacionalización. Esta transformación urbana proviene de las medidas tomadas por el gobierno central, especialmente a partir del plan de urbanización que comenzó en 2014. Se destacan iniciativas como el desarrollo combinado, que consiste en crear asociaciones entre ciudades para nivelar el desarrollo del oeste y el este. Le puede interesar: En medio de los árboles La alianza entre dos ciudades del oriente, como Shanghái, el centro financiero del país; y Shenzhen, la capital tecnológica, con Kashgar, población pobre y ubicada en la frontera de Pakistán, son un ejemplo de esta medida. El gobierno de Shenzhen otorgó 1,5 mil millones de dólares para construir un nuevo campus en la Universidad de Kashgar, y muchas empresas de Shanghái establecieron nuevas fábricas allí. A través de políticas públicas que quieren conectar estas tres urbes mediante obras de infraestructura y alianzas públicas y privadas, se busca generar empleo y proyectar esta ciudad-oasis. La intersección entre urbanización y desarrollo también abarca una dimensión internacional. Haciendo uso de la ‘diplomacia de periferia’, se conectaron centros regionales –representados por ciudades fronterizas– y aquellas que son los polos de desarrollo en diferentes países. Lea también: Megaciudades: el reto urbanístico de China De esta forma se pretende conectar a 91 países (45 asiáticos, 39 europeos y 7 africanos) y 252 urbes en un complejo sistema de ciudades-nodo. Para este propósito se realizó un análisis de las zonas urbanas ubicadas a lo largo de la nueva Ruta de la Seda, tanto terrestre como marítima. Los retos para China tienen el mismo gran tamaño de sus transformaciones. A pesar de que en algunas zonas se han levantado las barreras para obtener el permiso oficial de residencia (Hukou) que cada ciudadano chino debe tener, este sigue siendo una herramienta que dificulta la migración y restringe la movilidad, y si no se reforma, amenazará la sostenibilidad fiscal del país. Otras amenazas por resolver son la polución y el cambio climático. Estados Unidos fue el mayor contaminante mundial hasta 2011, liderazgo que luego asumió China con su proceso de industrialización. Además del uso obligatorio de carros eléctricos desde 2019, el gobierno central planea aumentar 23 por ciento su área forestal, y reducir el consumo de agua 30 por ciento para 2020. *Profesora del Instituto de Estudios Políticos y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Colombia.