La Asociación de Mujeres Comunitarias de Tarapacá (Asmucotar), en el norte del Trapecio Amazónico colombiano, lleva más de 20 años dedicada a fortalecer su comunidad mediante el trabajo colectivo. Desde 2008 contribuye a la generación de empleo y al desarrollo económico de la población mediante el procesamiento y exportación de frutas nativas de la región como el arazá, el copoazú y el camu-camu, a partir de las cuales obtienen pulpa para jugos, mermeladas y hasta gomitas.
Este emprendimiento llamado ‘Origú’ fue puesto en marcha gracias a la labor del Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI en Tarapacá. “Los investigadores llegaron con una propuesta de cómo podíamos aprovechar la biodiversidad para mejorar nuestra calidad de vida. Nos dieron asistencia técnica en la recolección y aprovechamiento de la fruta, y nos han ayudado a buscar alianzas con otras organizaciones para exportar nuestros productos a Bogotá”, explica Trinidad Polanía, una de las 20 mujeres que conforman Asmucotar.
Esta iniciativa forma parte de la apuesta de SINCHI por impulsar negocios verdes en la Amazonia colombiana. No obstante, es solo una de las aristas del trabajo del instituto en la región. Desde 1993, esta institución vinculada al Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, está encargada de la realización y divulgación de estudios científicos de alto nivel relacionados con la realidad biológica y social de un área que es el 42 por ciento del territorio nacional. “Nuestro trabajo es conocer la Amazonia, su biodiversidad, sus culturas, proponer modelos sostenibles que permitan usar y conservar sus recursos naturales”, resume la directora general de SINCHI, Luz Marina Mantilla.
Esta titánica tarea tiene como base el trabajo de alrededor de 250 investigadores que durante décadas han explorado y escudriñado la región de la mano con las comunidades. Uno de ellos es el biólogo botánico Dairon Cárdenas, encargado de adelantar el inventario de la flora de la región amazónica. Durante más de 25 años recorriendo las selvas de la Amazonia ha contribuido al crecimiento de registros que han pasado de 2.300 especies en 1995 a 9.200 en la actualidad. Este inmenso tesoro de conocimiento se condensa en el Herbario Amazónico Colombiano de SINCHI, una colección que año tras año es visitada por algunos de los biólogos más importantes del mundo.
A partir de este trabajo, los investigadores de SINCHI determinan las propiedades de las plantas, desarrollan la tecnología para su uso sostenible y transfieren ese conocimiento a las comunidades. “Todo esto es la ciencia detrás de un vaso de jugo de camu-camu o una crema de manos con manteca de copoazú”, apunta la directora.
SIN AMAZONIA, NO HAY PLANETA
Además de identificar el potencial de aprovechamiento sostenible de las especies registradas, el inventario de SINCHI cumple un papel clave en la conservación de especies amenazadas. “A partir de nuestra investigación realizamos ‘libros rojos’, es decir, listados de especies amenazadas en la región como el palorosa y el cedro. Así mismo, diseñamos planes de manejo de conservación que van desde propuestas de políticas públicas hasta estrategias de educación ambiental”, explica Cárdenas.
Por otro lado, el instituto promueve la implementación de sistemas productivos sostenibles entre los campesinos y ganaderos de la región. Investigadores como el ingeniero agrónomo Jaime Barrera acuden a las comunidades para “convencerlas de que no talen el bosque y que, en vez de ello, hagan un aprovechamiento sostenible del mismo, de sus frutas o maderas, para que sus fuentes de ingresos sean tan diversas como la Amazonia misma”. Gracias a este esfuerzo, SINCHI ha impactado a alrededor de 2.500 familias y ha logrado la conservación de más de 75.000 hectáreas de bosque entre 2015 y 2019.
Para Mantilla, todos estos resultados son una muestra del gran abanico de posibilidades que se abren a partir de un trabajo científico sólido y responsable. “Reivindicamos que la ciencia va más allá de los laboratorios; sin ella no vamos a tener una Amazonia sostenible”, concluye.
Lea también: La Guajira, por un ordenamiento territorial costero y marino adecuado