Hablar de una bioeconomía para Colombia implica situarnos en los siguientes extremos: un departamento como el Vichada, Orinoquia colombiana, con algo más de 100.000 kilómetros cuadrados, menos de 75.000 habitantes y sin ningún grupo de investigación reconocido, y al mismo tiempo un departamento como el Valle del Cauca, regiones Andina y Pacífica colombianas, con una superficie de 22.000 kilómetros cuadrados, una población superior a los 4.600.000 habitantes y 342 grupos de investigación. Estos pocos datos reflejan las diferencias que existen entre las regiones colombianas. Desarrollar una bioeconomía desde una mirada regional implica, en primer lugar, considerar las condiciones de nivel socioeconómico, en términos de competitividad y las capacidades en ciencia, tecnología e innovación (CTeI) que tienen nuestros departamentos. En Colombia, las capacidades en CTeI se concentran en pocos territorios donde está la mayor parte de instituciones de educación superior, grupos de investigación e investigadores. Además, producto de las enormes diferencias biogeográficas y de las capacidades en CTeI, existe una gran heterogeneidad en 32 departamentos; por lo tanto, podemos tener tantas bioeconomías como departamentos. Sin duda, una bioeconomía para el Vichada será muy distinta a una para el Valle del Cauca. Si bien el Conpes de Crecimiento Verde 3934 de 2018 y el Plan Nacional de Desarrollo, Ley 1955 de 2019, sientan las bases de una bioeconomía para el país –definiendo una serie de metas e instancias de coordinación institucional–, las mismas se plantean desde una mirada nacional. En la práctica, es a través de las hojas de ruta que definan los departamentos en sus planes de desarrollo donde esto comenzará a tener una implementación real. Son los departamentos los que tendrán la oportunidad de materializar metas de desarrollo que incluyan el uso sostenible de la biodiversidad como principal activo. Asistimos a una oportunidad histórica y son los gobernadores electos, las comisiones regionales de competitividad y los consejos departamentales de ciencia, tecnología e innovación, los que tienen hoy la posibilidad de hacer cambios importantes en los modelos de desarrollo regional, al hacer de la bioeconomía su principal estrategia. Será necesario que se incluya, como parte de las metas, el desarrollo de productos y servicios que generen valor económico utilizando los recursos biológicos y genéticos disponibles. Habitamos el segundo país con mayor biodiversidad del planeta. Si tomamos como referencia únicamente las plantas útiles, esto se traduce en que se han identificado más de 1.600 plantas medicinales nativas del neotrópico y otras 200 especies endémicas. Del mismo modo, se tienen referenciados 72 productos no maderables del bosque. Tenemos la mejor materia prima para desarrollar múltiples tipos de bioproductos, con posibilidades de abastecer diferentes sectores. Con la biomasa producida en el territorio podemos tener energía más sostenible, nuevos materiales, ingredientes naturales para las diferentes industrias, entre muchas otras cosas. ¿Qué falta? Cada departamento debe caracterizar sus recursos biológicos y genéticos. MinCiencias, como líder en la construcción de la bioeconomía desde la ciencia, la tecnología y la innovación, tiene la meta de apoyar el desarrollo de 25 expediciones de bioprospección y de alcanzar 210 nuevos bioproductos de alto valor agregado en el Plan Nacional de Desarrollo. Es fundamental saber con qué contamos y conocer nuestras capacidades, a nivel académico y empresarial. Si no se cuenta con ellas en un departamento, las mismas se pueden buscar en otros territorios. Tenemos avances de iniciativas que fueron promovidas en su momento por Colciencias con recursos de Regalías para CTeI: Boyacá Bio y Santander Bio, pongamos la meta para 2024, de tener 32 departamentos Bio. Nuevos gobernadores, ¿se le miden? *Coordinador del programa Ciencias de la Biodiversidad, del Instituto de Investigación de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt.