Llano adentro, a orillas del río Meta, se esconde el municipio de Orocué. Hasta esta pequeña población de 12.000 habitantes llegó a comienzos del siglo XX el abogado y escritor colombiano José Eustasio Rivera. Aquí se animó a darle forma a una de las obras más importantes de la literatura hispanoamericana: La vorágine. Pero hoy Orocué tiene muchas más razones por las que sentirse orgulloso. Ya solo faltan 60 kilómetros para que la vía que conecta al tercer municipio más grande del departamento de Casanare, –tiene 4.400 kilómetros cuadrados–, con su capital, Yopal, esté totalmente pavimentada. Ha sido un esfuerzo de varios años. Los materiales deben recorrer más de 180 kilómetros y esto hace que cualquier obra resulte muy costosa. Pero dentro de poco, con el apoyo del gobernador de Casanare, Salomón Sanabria, la senadora Amanda Rocío González, y la Nación, la seis horas de travesía que demanda esta ruta, se convertirán en un viaje más cómodo y corto; así se dinamizarán el turismo, la ganadería y la agricultura. Orocué es el tercer municipio ganadero de Casanare y en los últimos años ha multiplicado sus cultivos de palma de aceite –cuenta con más de 10.000 hectáreas sembradas–, y potenciado la pesca y la agricultura. “Debemos reactivar la economía para no depender solo del petróleo”, dice su alcalde, Monchy Yobany Moreno. La vocación de servicio lo motivó a dejar la vida campesina que llevaba en la vereda Miralindo, donde nació, para formarse como tecnólogo en administración pública y lanzarse al ruedo en la política. Ha ganado en tres oportunidades la Alcaldía de esta ciudad y eso ha asegurado la continuidad de los proyectos y ha puesto al municipio en la senda del progreso. El ciento por ciento de las viviendas del casco urbano ya tienen servicio de gas, al igual que el 95 por ciento de las veredas y resguardos. En el casco urbano también se construyeron 500 casas de interés social y el 95 por ciento de las vías han sido pavimentadas. El río Meta se disfruta desde un bellísimo malecón en el que se invirtieron más de 5.000 millones de pesos, y el deporte ha ganado popularidad por cuenta de una completa infraestructura que incluye cancha de fútbol con pista de atletismo y un polideportivo con canchas de baloncesto, voleibol y fútbol 7. La educación también es distinta. Antes los profesionales que necesitaba Orocué debían buscarse en Yopal y sus alrededores. En 2001 comenzó la cruzada por profesionalizar a las nuevas generaciones. La primera promoción fue de 210 jóvenes. Actualmente, los bachilleres tienen la opción de acceder a los programas de la Corporación Universitaria Minuto de Dios en modalidad semipresencial o virtual. Lugar de descanso Eso traduce Orocué en lengua indígena yaruro, una de las culturas ancestrales de este paraíso fundado en 1850 por el francés Antonio Lessioni, quien dirigió la construcción de la plaza principal y las casas de bahareque que se levantaron a su alrededor. De ellas ya no queda nada, pero en la memoria de esta población pujante y alegre permanece el legado de la tradición indígena que muchos viajeros pueden conocer al visitar alguno de los ocho resguardos del municipio. El río y sus playas son otros grandes atractivos. “No tienen nada que envidiarles a las playas de Santa Marta o Cartagena”, asegura Monchy Yobany Moreno. Y es cierto. En ellas el sol se posa todo el día, la brisa suave refresca y el tiempo se pasa volando. Desde aquí se alcanzan a ver los delfines rosados y a comienzos del año llegan grupos de kitesurfistas que aprovechan el viento para deslizarse con sus tablas sobre el agua, sostenidos por cometas de colores que pintan el cielo llanero. A 17 kilómetros de la zona urbana está el Parque Wissirare, una reserva de 1.269 hectáreas habitada por aves, cocodrilos, iguanas, lagartos y babillas. Recorrerla es todo un espectáculo y la posibilidad de conocer la biodiversidad que hace tan especial a los Llanos Orientales. La tranquilidad que se respira en Orocué es otro de sus encantos. La violencia se ha mantenido lejos y por ahora no hay casos de coronavirus. Las fuerzas del municipio se concentran en seguir mejorando la vida de sus habitantes. Lea también: El Pacífico de Goyo