Es claro que los niños se infectan menos con covid-19 y que en ellos las consecuencias son menores. The Economist presenta datos recientes que lo señala con contundencia. Las cifras actualizadas para Colombia muestran que en lo corrido de la pandemia 562 personas han fallecido a causa del coronavirus. Cinco de ellas fueron niños entre los 0 y los 5 años, cuatro tenían comorbilidades graves. Entre los cinco y los 14 años no hay ningún fallecido por covid-19. Entre los 15 y 29 años, 26 personas han muerto. Todas con comorbilidades. Así que con una sola excepción, no hay ningún fallecimiento en menores de treinta años directa y exclusivamente atribuible al coronavirus. El imaginario de que los niños son peores vectores que los adultos solo corresponde a la falsa creencia de “niños descontrolados vrs adultos muy responsables”. Pero prácticamente todas las menciones recogidas en los medios en Colombia sobre desobediencia a las medidas hacen referencia a adultos, no a niños. Y ocho días después de que los mayores de seis años pudieron salir a la calle, ningún noticiero registró desmanes de esos niños, mientras que la irresponsabilidad de algunos adultos obligó incluso a declarar toques de queda en diversas zonas. Entre tanto, en países como Noruega, la primera ministra Erna Solberg desde el inicio se dirigió a sus ciudadanos más pequeños para pedirles que fueran ellos los que “educaran” a los adultos a respetar el confinamiento. Algo similar hizo el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau. En Colombia nadie ha hablado por ellos o los ha escuchado y así cualquier argumento “menor” para mantenerlos confinados adquiere un tamaño desproporcionado. En el caso de los menores de seis años el panorama es más doloroso. A pesar de que son los que más requieren moverse y socializar, son quienes menos pueden entender la razón del confinamiento que en su caso se mantiene sobre la base de dos argumentos: el pico respiratorio y que aún no han completado el ciclo de vacunación. Con respecto al pico respiratorio, los servicios pediátricos no están llenos de niños con covid-19 y la ocupación en UCI pediátricas para el domingo antepasado era tan solo del 29 por ciento. Por otro lado, este pico de abril y mayo nunca ha sido motivo en años anteriores para mantenerlos en casa confinados. Vale la pena también preguntarse si acaso a los adultos no les afecta y si entonces es necesario enclaustrarlos a ellos también este año y los próximos durante esta época. El argumento del esquema de vacunación es uno de los más falaces. Este no protege contra el covid-19. De hecho, todos los infectados en Colombia presumiblemente tenían sus ciclos de vacunación completos. Para los niños el esparcimiento, la actividad y la socialización tienen un impacto enorme sobre su salud mental, de hecho, mucho mayor que para los adultos. Entonces, ¿cómo explicar que se dé prioridad a los adultos sobre los niños? ¡Por el terrible menosprecio de nuestra sociedad sobre la infancia! La frase “de cero a siempre” recoge la importancia que tienen esos años cruciales para el desarrollo cognitivo y emocional de los niños. ¿Cuáles serán las consecuencias de esa pausa? Varias menciones recientes empiezan a profundizar en este aspecto y se hace cada vez más claro que una vez se recupere el PIB, el empleo y las aerolíneas; el que probablemente nunca se recupere es ese vacío cognitivo y sus consecuencias. Estamos frente a un proceso dinámico que aún nos puede traer muchas sorpresas (ya han aparecido algunas menciones discretas al síndrome de Kawasaki, por ejemplo). Esto obliga a ponderar de manera juiciosa, dinámica y serena los diversos elementos de juicio que vayan surgiendo. Aún vendrán más contagios y más muertes, más sufrimiento y más carencias en adultos y en niños y solo podemos aspirar a mantenerlos en sus justas proporciones. Esto solo será posible si ponemos sobre la mesa elementos de juicio ciertos, ponderados, equitativos y pertinentes. Colombia ha enfrentado esta tragedia con sensatez y coraje y tiene buenos resultados para mostrar. En general, tenemos buenas razones para agradecer y aplaudir las medidas que se han tomado y para seguir remando juntos. Sin embargo, algunas cosas merecen una reflexión. Entre ellas, una mejor consideración por esos once millones de ciudadanos colombianos, nuestros niños. Link: https://bit.ly/conversatorio16-2020 *Instituto Colombiano de Neurociencias, Bogotá.