En Girardota, Antioquia, existe una empresa de alimentos que inició sus operaciones en 1976. Su nombre es Productos Alimenticios Pan Árabe y su filosofía hoy está ciento por ciento enfocada en el bienestar y en la seguridad de sus empleados. Esta compañía aplica cada día un alto estándar de valores y ética profesional que le ha permitido transitar un camino de mejoramiento continuo y de excelencia. Precisamente en enero 25 de 2020, se lanzó su nuevo propósito de empresa y su ADN renovado: “Alimentamos Momentos Juntos”. Toda esta filosofía se hizo más pertinente que nunca con la llegada del covid-19. Juntos, todos los colaboradores de Pan Árabe, trabajarían por el abastecimiento de Colombia, cumpliendo todos los protocolos sanitarios. De esta manera, la empresa instaló un punto de aspersión en la entrada de la fábrica e hizo obligatorio el uso del tapabocas y el lavado de manos frecuente. Además, adaptó su estructura para que los empleados pudiesen mantener una distancia física y envió a la casa con licencia remunerada a los empleados mayores de 55 años, y a otros con vacaciones anticipadas para protegerlos y conservarles el empleo. Al conversar con los trabajadores queda claro un pilar interno que todos comparten: antes que el dinero está el bienestar. Albania Sequera, venezolana, pasó de vender buñuelos en la calle a convertirse en auxiliar de talento humano de Pan Árabe. “Enfrentamos esta emergencia con las medidas de prevención para abastecer supermercados. Soy privilegiada, todos los venezolanos no están como estoy yo”, reconoce. Para Mélida Montoya, auxiliar contable, esta empresa es su casa. “Aquí se enfocan en nuestras familias. Pan Árabe ha sido más de lo que le he pedido a Dios en cuanto a formación laboral”, sostiene. La venezolana Susan Martínez, antes mesera y cocinera en un restaurante y hoy auxiliar administrativa, dice que enfrentan la pandemia “con precaución, aspersión y desinfección porque procesamos alimentos y de nosotros dependen muchas personas. ¿Qué he aprendido acá? Por ejemplo, a reciclar. En Venezuela eso no se hace”, comenta. Pan Árabe para Gloria Espinosa, líder de línea, representa un nuevo comienzo, pues gracias a su empleo formó una familia. “Yo venía de Segovia, separada, con las manos vacías –dice–. Mi trabajo lo hago con mucho amor, como si esta empresa fuera mía, porque gracias a mi estabilidad, mis hijas terminaron sus estudios”. Hace unos años, Jefferson Rivas, líder de almacenistas y brigadista en salud, exponía su vida al hacer excavaciones y explosiones con pólvora. “Esta empresa no busca profesionales, hace profesionales. Si usted no sabe algo, no le dicen ‘no’ porque no sabe, sino: ‘venga, le enseñamos’. Nos estamos arriesgando, pero queremos ayudar a quienes no pueden salir a laborar por la emergencia”, expresa. Que el ser humano es muy frágil es la lección que a Heinar Euse, líder de mantenimiento, le deja el coronavirus. “Descubrimos que no somos nadie. Mire, he ayudado a gente que creí que estaba bien, y era una fachada. ¿Algo bueno de trabajar aquí? Al gerente no le gusta nada ilegal, y eso nos lo metió en el chip. Por ejemplo, si un repuesto no tiene factura, no se compra. Trabajar con una persona así tiene muchos beneficios”, revela. La empresa les paga taxis a muchos de sus miembros para que no se expongan a contagios en el transporte público y programa reuniones para escucharlos. John Fredy Hoyos, líder de talento humano y seguridad y salud en el trabajo, aclara que para ellos los colaboradores son más importantes como personas que como empleados. “No diré que aquí todo es bonito, no, hay retos, dificultades, pero las sorteamos y consolidamos en grupo. La vida nos cambió, no hay vuelta atrás, tendremos que cuidarnos más”, manifiesta. Camila Suárez comenzó como operaria haciendo pizzas, hoy es auxiliar de compras y logística. Cuando terminó sus estudios, el gerente la integró al equipo administrativo. “Por la pandemia somos exigentes con el recibo de productos, si no se les hace aspersión, no ingresan. Aquí he aprendido mucho, hasta monté en avión por primera vez (risas); qué pena, van a pensar que soy montañera. Mentira, entre todos hemos crecido”, comenta. Pan Árabe aporta al mejoramiento del medioambiente apoyando las fundaciones Saciar, Botellas de Amor y Tapas para Sanar. Doris Carmona, practicante del Sena en gestión ambiental, dice que no mandan las envolturas a rellenos sanitarios. “Son acciones pequeñas, pero de lo pequeño se hace lo grande. Aquí aprendí que debes dar, que independientemente de lo que tengas debes dejar una huella”, explica. Si una persona trabaja contenta, el producto que hace saldrá de excelente calidad, es lo que piensa Daniela Zapata, supervisora de producción. Agrega que, cuando se labora con amor, nada es un sacrificio. “Es lindo saber que por mi trabajo y el de mis compañeros, mucha gente tiene con qué comer. Lo hago con gusto”, dice. El coronavirus le ha hecho reflexionar a Diana Pérez, auxiliar de nómina. “Llevábamos una vida material, pero hemos aprendido, aislados, la importancia de un abrazo y de un beso”. Y resume la forma en que Pan Árabe ha enfrentado este hecho histórico: “Estamos aquí como familia, de pie, luchando”. Enseñar con ejemplo Carlos Gámez, gerente y propietario de Pan Árabe, afirma que a él le gusta ‘ganar los partidos’ jugando limpio. “No quiero que ningún empleado esté en riesgo. Yo practico kung-fu clásico, y mi maestro, Jorge Eliécer Betancur, define el amor como ‘hacer el bien y hacerme el bien’. Pero fueron mis padres quienes me enseñaron los valores de la honestidad, la bondad y el amor por el prójimo”, resalta. Gámez considera que el ser humano debe salir más fuerte de la pandemia. “Con niveles de conciencia y de tolerancia más altos, con capacidad para adaptarnos. No podemos ser los mismos. En mi caso, mi esposa y mis hijos son mi motor, mi esperanza, sin ellos no estaría acá”. El empresario revela qué lo motiva: “Dejar una huella en las personas; no me llevaré nada en el cajón. Mi proyecto de vida es que Pan Árabe sea una fábrica de sueños para mis empleados y sus familias” Lea también: La prioridad del Grupo Energía Bogotá es mantener los puestos de trabajo de sus más de 2.300 colaboradores en América Latina