Cada vez que el Cuerpo de Bomberos de Cúcuta encuentra una colmena dentro de la ciudad, Yasmín Torres (46 años) recibe una llamada. –¿Puede venir por ella?–, preguntan al otro lado del teléfono. Ella asiente. Luego su esposo, Leolegario Villamizar, enciende la moto y conduce a toda prisa –por más de 20 kilómetros– para acudir al rescate de las abejas. Toma el enjambre, lo transporta con cuidado y lo lleva hasta un lugar seguro: su finca, en la vereda Oripaya del corregimiento Buena Esperanza. Allí, esta familia tiene más de 150 colmenas, con más de 5 millones de abejas. “En la ciudad son un problema, pero para nosotros y para los agricultores son un beneficio”, explica Torres, quien actualmente es la gerente y una de los socias de la Asociación Red Integral Multiactiva de Apicultores de los Andes (Asoarimaan), una organización que nació en 2014 como una alternativa económica y asociativa para 19 familias, de las cuales ocho llegaron a la capital de Norte de Santander como víctimas de desplazamiento forzado. “Yo era docente de la escuela en el municipio de Hacarí y tuve un problema con los grupos al margen de la ley. No les caminaba a sus reuniones y entonces me tenían como objetivo militar. Un día se les dio por dispararme y llegué a Cúcuta en una ambulancia. Nunca más regresé. Iniciar fue dificilísimo, pero la apicultura ha mejorado mi vida y la de mi familia: con eso construí mi casa y les di estudio a mis hijos”, agrega. Todos los socios empezaron de forma empírica y con capital propio. Pero el proceso de asociación les ha permitido formarse, certificarse y solicitar recursos para crecer. Hoy fabrican sus propias cajas y colmenas, además de ‘ceridificadores’ solares para aprovechar al máximo la miel y la cera. Este año, por su proceso como grupo y el impacto ecológico que tiene su trabajo en la zona, recibieron de la Alcaldía municipal su primera máquina estampadora de cera, indispensable para fabricar láminas de miel. Negocio con propósito Los socios de Asoarimaan no se encuentran en la misma zona de la ciudad. Están dispersos por varias veredas de Cúcuta como Caño Mono, Patillales y San Agustín de los Pozos, y el corregimiento de Aguaclara. Esta decisión tiene un propósito ecológico: extender al máximo el efecto de la polinización de las abejas. “Ellas entran y salen de las colmenas a sus anchas –explica Leolegario–, hacen un recorrido de ocho kilómetros de distancia a la redonda y vuelven. Así aumentan la diversidad, productividad y calidad de los cultivos”. Los miembros de la asociación han empezado a comunicarse con sus vecinos –agricultores y ganaderos– para explicarles la importancia de proteger a las abejas: no matarlas y evitar que sus animales las molesten y generen que ellas los ataquen. Salvarlas les conviene a todos: después del arroz, la palma y la ganadería, el cuarto renglón de la economía de Cúcuta es el cacao, un cultivo que mejora significativamente en cantidad y calidad con la polinización. Hoy, Asoarimaan comercializa miel, jalea real, miel estampada y polen en Bogotá, Fusagasugá y los mercados campesinos de Cúcuta. A su vez está trabajando con el Ministerio de Agricultura, la Corporación Autónoma Regional de la Frontera Nororiental (Corponor) y la Unión Europea para obtener el Sello Verde. Con esta certificación dará un paso adelante para exportar y seguir salvando a las abejas. *Periodista de especiales Regionales de Semana.