Cúcuta es una ciudad receptora por naturaleza y en materia educativa no es la excepción. La crisis migratoria con Venezuela generó que niños venezolanos residan y estudien en nuestro país. Sin embargo, hay algunos que aún hoy viven en pequeños pueblos cercanos a la frontera y necesitan ir al colegio. Para responder a la llegada de esos nuevos estudiantes, la Secretaría de Educación activó un plan para aumentar la cobertura. Actualmente están recibiendo educación en Cúcuta cerca de 9.200 niños de la nación vecina. Esta cifra habla de lo importante que ha sido la tarea de la ciudad para mantener un sistema apto aun con la llegada de más estudiantes. Además de los venezolanos, están los nuevos alumnos que vienen de la zona rural. Pocos saben que de los 1.176 kilómetros cuadrados del área total de Cúcuta, apenas 73 ocupan el área urbana. Esa incidencia en el territorio hace que también sea necesario responder ante crisis internas como los brotes de violencia o de protestas en la zona del Catatumbo. Estas variables han hecho que la situación sea difícil, pero como dice Doris Angarita, secretaria de Educación de la ciudad, “hemos aprendido a superar cada obstáculo para tener a los niños en las instituciones correspondientes, porque en ocasiones se convierten, después de los padres, en el primer entorno protector del menor”. También le puede interesar: Estudiar al otro lado de la frontera. Crónica de los niños venezolanos que asisten a la escuela en Cúcuta Cuando Angarita recibió la dirección de la oficina de Educación en 2017 encontró una infraestructura obsoleta y con muchos atrasos en varios rubros. Un ambicioso proyecto en inversión para la educación dejó 90 instituciones intervenidas (68 urbanas y 22 rurales). Aulas, baterías sanitarias, comedores infantiles, auditorios y nuevos polideportivos quedaron para el disfrute de cerca de 70.000 estudiantes. Además, después de los estragos que causó el Fenómeno de La Niña, entre 2010 y 2011, cuatro colegios de Cúcuta tuvieron que ser reubicados con ayuda del Fondo de Adaptación: el Instituto Técnico Rafael García Herreros y los colegios Misael Pastrana, Mariano Ospina y Juan Atalaya. Becas y cómics Otro ejemplo de transformación en infraestructura se dio en el colegio Mercedes Abrego, que estaba ubicado en una zona pequeña y se trasladó a un lote más grande, con mayor espacio para actividades distintas a las académicas. Desde entonces, el rendimiento de los estudiantes ha mejorado. La institución ahora tiene entradas amplias y zonas de recreación propicias para todos los deportes. En este momento es uno de los mejores colegios públicos de Colombia y esto se debe a estrategias como la rotación de ambientes. “Aquí dividimos las asignaturas de tal forma que, en cada sección del colegio, los estudiantes encuentren lo necesario. Así garantizamos la movilidad en 34 ambientes diferentes”, indica Gloria Sepúlveda, rectora del colegio. Otra de las estrategias educativas de la ciudad que se destaca es la atención de adultos por ciclos. En total son 12.000 estudiantes colombianos que volvieron a la vida académica para terminar el bachillerato. Las becas también son una apuesta importante. La Alcaldía se unió a instituciones como la Universidad Francisco de Paula Santander para beneficiar entre 900 y 1.100 alumnos cada semestre, y con la Universidad de Pamplona para beneficiar a 520 estudiantes. A lo anterior se suma el convenio ‘Universidad al barrio’, que le permite a la población vulnerable de los barrios Atalaya y La Libertad elegir entre seis carreras universitarias. La condición para asegurar la beca es mantener un promedio de 3,5 durante la carrera, dentro de un sistema de pago en el que el 70 por ciento lo cubre la institución, el 20 por ciento la Alcaldía y el 10 por ciento restante, el estudiante. En la capital del Norte de Santander, la educación está respaldada por una infraestructura adecuada que busca los caminos para fortalecerse más. Claro está que el esfuerzo no solo es administrativo, también humano. En la ciudad, los alumnos cuentan con Esteban Pérez, profesor reconocido en 2018 como el mejor docente iberoamericano por parte de la Fundación Fidal, Unicef y Microsoft por un proyecto llamado ‘Más cómic, más paz’. “Los jóvenes han pasado de rayar paredes y pupitres, a expresar cómo es su vida por medio del cómic”, explica el profesor. Temas como la reinserción de los guerrilleros, la paz y la migración venezolana son los que más dibujan los jóvenes.