*Por Dilia JiménezOrlando Méndez no quiere que su carro se convierta en “un arma mortal”. Con el capó abierto, tolerando el frío de la mañana, espera parqueado frente a la puerta de la iglesia para que bendigan su vehículo.Como él, hay cientos de personas que cada sábado acuden al santuario de la Virgen de la Salud, en Bojacá, para pedir que a sus autos y a quienes se transportan en ellos, jamás les pase nada. Muchos están decorados con estatuillas religiosas y otros objetos piadosos. Lentamente, como cuando a un niño le ordenan organizar sus juguetes, el marco de la plaza del pueblo se va llenando de diversos vehículos, de todas las marcas, de todos los colores y de todas las gamas, desde carritos pequeños hasta camiones y, por supuesto, no faltan las motos. Todos esperan la primera eucaristía, programada para las siete de la mañana.Orlando vivirá por tercera vez el ritual de la bendición. Lo mueve la fe; sabe que su carro no solo es un medio de transporte, sino que también le permite trabajar y le provee seguridad y comodidad, por eso, con todo el fervor le ruega a la Virgen para “nunca atropellar a un ser humano”.Hay otros conductores que además de solicitar la bendición aprovechan el baño de agua bendita para ‘bautizar’ a sus vehículos con nombres propios. Tal es el caso de Palomo, un Renault Symbol plateado modelo 2018 que trajo Leonardo, un joven universitario, siguiendo el devoto ejemplo que durante toda la vida ha tenido su familia. Lo acompañan dos amigos que aprovechan para llevar agua bendita a sus casas y para disfrutar el piquete de gallina criolla, otra de las tradiciones de Bojacá.A Leonardo y a sus amigos los atiende doña Lucila, quien durante 40 años se ha dedicado a complacer el paladar de miles de feligreses que claman por la salud propia y por el bienestar de sus vehículos. Ella llegó mucho antes que los fieles, a las cinco de la mañana, para encender fogones, cocinar gallinas, preparar caldo de costilla y cuanta cosa pueda antojar a sus comensales: huevos al gusto, chocolate, arepitas… y por supuesto “el tinto es gratis”. Tan amable como el servicio de doña Lucila es el ambiente de todo este municipio, a solo 40 kilómetros de Bogotá.Bendígame la motoPasando el parque se encuentra la Hacienda Cortez, en donde vivía en el siglo XVIII don José Pérez, un creyente fervoroso de la Virgen de los Dolores, quien encargó un cuadro con su imagen a España. En la pintura se ve a María con siete espadas atravesadas en su corazón, estas simbolizan los dolores que vivió con Jesús. La obra sería heredada por la comunidad agustina y hoy reposa en el templo.Los siete dolores que sintió María deben asemejarse a los de la madre de Carlos Rojas, un joven vigilante oriundo de Puerto Triunfo, Antioquia, quien ha sufrido dos accidentes en su moto. La primera vez se estrelló contra una camioneta, la siguiente, contra una ruta escolar. Desde entonces la recomendación que más ha escuchado es traer aquí su motocicleta para que sea bendecida. Obedeciendo los consejos de una familia paisa, y acompañado de un amigo, llegó desde Bogotá para pedir protección para sí mismo y para su moto, confiando en que después de este sábado los accidentes cesarán y su mamá estará más tranquila.Según el padre Manuel Cárdenas, director del noviciado de los agustinos, más que bendecir un vehículo se pide intercesión para las personas que se transportan en este. “Para que sientan la protección del Todopoderoso y recorran su camino con precaución y seguridad y eviten toda imprudencia”, añade.Desde la vitrina de su tienda de objetos religiosos, Lucía Beltrán ha visto cómo miles de carros reciben la bendición. Cuenta que es un hábito que pasa de familia en familia. También explica que cuando se compra un carro usado “nunca se sabe qué haya vivido antes” y por eso es importante ofrecerlo con toda la intención a Nuestra Señora de la Salud. Para este acto de fe vende velas de sebo en forma de carro, que los conductores dejan en la iglesia para ser fundidas con las intenciones de todos los devotos y, luego, ofrecidas en un solo velón a la Virgen.Las velas, que como dato curioso son amarillas y no tienen pabilo, también pueden tener forma de hombres, mujeres, niños y hasta partes del cuerpo, por si se quiere poner en intención una cirugía, por ejemplo. Incluso hay velas con forma de bebé para aquellas parejas que aún no han podido concebir un hijo.Pero no solo por fervor se llega a Bojacá. ‘Tatán Rider’, por ejemplo, es dueño de una moto Apache 180 de color blanco, llegó al santuario en rodada turística con sus compañeros del club de motociclistas. Son hombres y mujeres que tienen como hobbie recorrer carreteras a bordo de estos vehículos y, de paso, aprovechan para visitar sitios tradicionales como Bojacá, tan populares por su devoción a los santos.Sobre la cabeza ‘encascada’ de este motero se refleja el sol de mediodía, el frío ha cesado definitivamente. Mientras tanto, decenas de conductores siguen atiborrando la plaza de Bojacá con sus vehículos, se escucha el sonido de las campanas de la iglesia, una nueva eucaristía está por empezar.*Experta en Procesos de Gestión de Talento Humano.