Hasta hace poco, los maquinistas del Ferrocarril de Antioquia que atravesaban el viejo Túnel de La Quiebra saludaban con un breve pitazo una de las bocas del socavón. Era su manera de saludar la tumba de Alejandro López, el ingeniero al que se le ocurrió ver más allá de las montañas y encontró el mejor trazado de un túnel que le abriría las puertas del mundo –y del país– a Medellín. Sus restos están enterrados allí porque él mismo lo pidió, cuando supo que la obra se había realizado gracias a sus cálculos juveniles. En su tesis de grado como ingeniero civil en 1899, ‘El paso de la quiebra en el Ferrocarril de Antioquia’, analizó todos los proyectos presentados hasta el momento y diseñó la más rápida y eficaz salida al río Magadalena que vino a construirse 30 años después. Desde que se inició la construcción del Ferrocarril de Antioquia en Puerto Berrío en 1875, tuvo que pasar más de medio siglo para que ese “camino de hierro” –como lo llamaba Alejandro López– pudiera superar el Paso de la Quiebra a través de un túnel que atravesaba una cuchilla de la cordillera Central. Así se pudo unir con la vía férrea que venía desde Medellín y encarrilar el primer gran sueño de la ingeniería antioqueña, inaugurado oficialmente con el paso del primer tren de carga el 7 de agosto de 1929 (hace 90 años). Antes de graduarse, a los 20 años, Alejandro López se vinculó a la compañía del Ferrocarril de Antioquia como ayudante del ingeniero L.D. Battle. Se instalaron en el sitio de La Quiebra con el propósito de hacer los estudios técnicos del trazado del ferrocarril en ese punto. “Alejandro López ubicó un punto estratégico, quedó al frente de la posible roca del túnel y proyectó un trazado de unos 3.800 metros, y con eso presentó la tesis. Uno deduce esa genialidad que tuvo y con eso se abrió el primer túnel de Colombia y el séptimo más largo del mundo en su momento”, dice Ignacio Arbeláez, ingeniero civil y presidente de la comisión de Ferrocarriles de la Sociedad Antioqueña de Ingenieros (SAI). Una vez finalizada la Guerra de los Mil Días, López se vinculó de nuevo al Ferrocarril de Antioquia, que llevaba años de retraso, con carga acumulada en las estaciones y sin recursos para construir nuevos tramos. Viajó a Estados Unidos y trabajó en la fábrica de trenes Baldwin Locomotive Works, de Philadelphia. También le puede interesar: La Quiebra, el primer túnel de Colombia Su fama de técnico modernizador e influencia intelectual creció en la primera década del siglo XX. Fue nombrado director de la empresa minera El Zancudo, actuaba como concejal de Medellín y presidente de la Sociedad de Mejoras Públicas y era profesor de la Escuela de Minas. Junto con su hermano Libardo editaba el periódico La Organización, “de claro corte sansimoniano y tecnocrático”, como dice Alberto Mayor Mora en su reconocida biografía Técnica y utopía. Biografía intelectual y política de Alejandro López 1876-1940. Su mirada futurista, que lo llevó a ver proféticamente a través de las montañas, era muchas veces criticada por una élite que no terminaba de aceptar que el hijo de un sastre “de baja estatura, hombros en notorio declive, mestizo con predominio del componente indígena, color amarillento, ojos rasgados tipo asiático, dicción gangosa y tartamuda” –como lo describió Juan Lozano y Lozano– les dijera cómo manejar los asuntos públicos. Pero el 12 de julio de 1929, en Londres, López recibiría de boca de su hermano la noticia de que gracias al presidente Pedro Nel Ospina, ‘su’ Túnel de la Quiebra era una realidad. En ese instante pidió ser enterrado allí mismo cuando muriera, lo que finalmente ocurrió en Colombia el 13 de marzo de 1940, con apenas 64 años. Como fue su voluntad, en la boca del legendario y hoy abandonado Túnel de la Quiebra yacen los restos del ingeniero que avizoró el camino para que Antioquia tuviera un porvenir más civilizado. *Periodista.