La Quiebra, un alto ubicado entre los municipios de Santo Domingo y Cisneros, que separa el cauce de los ríos Porce y Nus, era el principal dolor de cabeza de los antioqueños en la primera mitad del siglo XX. La razón: aunque mide menos de 300 metros de altura, esta colina era una enorme barrera geográfica para terminar de conectar al Ferrocarril de Antioquia, que se construía desde 1875, con el propósito de transportar pasajeros y mercancías desde Medellín hasta el río Magdalena. Para solucionar el problema se estudiaron varias opciones, como instalar un cable aéreo. Pero en marzo de 1926 la Asamblea de Antioquia autorizó la construcción de un túnel de 3,7 kilómetros, un proyecto diseñado en 1899 por Alejandro López: un estudiante de ingeniería de la Escuela Nacional de Minas. Durante la construcción hubo que sortear varias dificultades. “En los últimos 400 metros perforados –dice uno de los reportes de obra– hubo que bombear, pues la inundación en el frente, que llegó a cerca de cuatro metros de profundidad, hacía casi imposible el avance”. Pero el 12 de julio de 1929 –después de 32 meses de trabajo– los dos frentes de obra se encontraron, finalmente, en medio del túnel. Al día siguiente se conectaron los rieles del tren y el 7 de agosto de ese año se empezaron a transportar mercancías.
La entraña de la montaña “Esta es una de las obras de ingeniería más importantes realizadas en Antioquia”, escribiría, 75 años después, el ingeniero Ignacio Arbeláez Restrepo. Y sí. El túnel fue el primero del país y uno de los siete más largos del mundo en su época. Además, inspiró a otros antioqueños a continuar explorando las entrañas de las montañas. Hoy, 90 años después, no se escucha el vapor del ferrocarril, pero La Quiebra sigue intacto. Solo lo recorren unos carros turísticos que tardan 11 minutos en llegar de Santo Domingo a Cisneros. Sin embargo, por debajo se está construyendo un nuevo túnel que lleva el mismo nombre y que busca revivir, de nuevo, al ferrocarril.