Por: Gonzalo Mallarino*Al principio se llamaba Avenida Kennedy, en conmemoración de la visita del presidente John F. Kennedy a Bogotá, en 1961. Lo mismo sucedió con el barrio y después con la localidad, Kennedy, que primero fueron el barrio de Techo. El presidente norteamericano vino solo por unas horas, con la bella Jackie, su esposa, quien dijo unas palabras en español al presidente Lleras Camargo y a los circunstantes que estaban en ese acto protocolario.Kennedy vino porque necesitaba aliados en América Latina para neutralizar a los rusos y la “temible expansión del comunismo”, con Cuba como emblema y punta de lanza. Una de las ciudades que visitó fue Bogotá, y estuvo en el centro, creo, en el palacio presidencial que era entonces el de San Carlos, y después se dirigió hacia el occidente de la capital, donde había tantas necesidades y desaliento.Allí, en el occidente de Bogotá, habló del progreso que Estados Unidos iba a traer. De la riqueza y de una suerte de emancipación de nuestra condición, o de nuestras circunstancias históricas de país pobre y mal desarrollado. Estados Unidos iba a cambiar todo eso en América Latina. A eso vino él, y a ese viaje y ese abrazo paternal los llamó Alianza para el Progreso. Todo su aparato de inteligencia, allá en su país, no había podido detener a Castro y a sus revolucionarios barbudos y alucinados; había que hacer algo, sobre todo después de la embarrada de Bahía Cochinos. Kennedy vino a parar a Bogotá, of all places, concretamente al occidente de la ciudad. No a El Chicó, ni a Santana, ni a El Nogal, que eran los barrios de mostrar, sino a un lugar pobre, el sector de lo que era Techo, como ya dije, y que hoy es la localidad de Kennedy, con 4.000 hectáreas de extensión y 400 barrios.Puede leer: Por fuera de la postal: así es el lado desconocido de la carrera SéptimaY después se fue, con Jackie, de regreso a su país, a enfrentarse con su muerte, como se sabe. El hombre era gringo, tenía la visión americana sobre lo que ellos mismos llamaban el ‘Tercer Mundo’, y creía, como creían entonces los países del ‘Primer Mundo’, que al fin y al cabo todo le pertenecería. O que todo se podía controlar, a la larga, en aras del progreso de sus grandes naciones.A mí no me caía mal John F. Kennedy. Tenía cierto encanto, cierto imán, y creo que era, hasta donde podía serlo, un demócrata. Sobre todo comparado con un tipo un poco basto y primario como su antagonista Nixon. Sin embargo, siempre me pareció que el que era valioso en verdad era su hermano Robert, pero eso es de otros 500 pesos, como decía mi mamá.Así que la avenida Primero de Mayo se llamó primero Avenida Kennedy. El primero de mayo es el Día Internacional del Trabajo, que es un nombre que le viene mejor a esa vía: trabajo es lo que han venido haciendo los que han vivido o laborado a lo largo de esa arteria de Bogotá durante los últimos 50, casi 60 años, sin importar lo que dijo el presidente norteamericano o lo que piensan las potencias del mundo. Trabajar, como hacen los colombianos, en las tienditas de barrio, en las cafeterías con los vidrios empañados, en las oficinas que hay que asear, en las estaciones de servicio que hay que atender, en fin, a todo lo largo de la calle. Un largo gemido, como decía un poeta bogotano que murió en estos días: son un largo gemido, todas las calles que conozco. Cito de memoria, pero no insensiblemente; nada en la avenida Primero de Mayo sucede insensiblemente. Hay calor, lluvia y polvo, y la gente lucha y sobrevive.Le recomendamos: TransMilenio por la Séptima, ¿sí es como lo pintan?Arteria, dije. Sí, gran vena que lleva humo y gritos al corazón de una ciudad de 10 millones de habitantes. Nace esta arteria de sangre caliente en el barrio San Cristóbal, en la calle 20 sur con transversal Segunda Este, y empieza a bajar, como un flanco en guerra del sur de Bogotá. Cruza la Séptima, la décima, la Caracas, la NQS, la 68. Las rompe, pasa por encima y las separa con su caldo caliente de personas, carros y buses. Creo que llega hasta la carrera 102, o sea que tiene más de 100 cuadras. Mucho más. Yo no la he recorrido toda. Hay gente que sí. Mujeres con niños en la espalda, limosneros con los brazos llagados o petimetres de área de las ventas y la promoción, en sus motos veloces. Trabajando, les toca, a todos, para ganarse el sustento. Y la avenida, como un río pardo y alterado, les da el pescado, el lodo y los atardeceres.Cómo sería si Kennedy volviera, o algún presidente gringo. Y viera esto. No entendería, no nos conoce. Claro que lo podríamos llevar a la nueva estación de TransMilenio, que es como del primer mundo. Tiene un túnel de 250 metros, atiende a 480.000 personas todos los días y le llegan 50 buses por hora.Digo yo, llevarlo allá. Para que no se estremeciera.*Escritor.