Ella se llama Gladys Sánchez y desde que tiene memoria quiso ser astronauta. Para conseguirlo, primero debía ser piloto. El destino o el azar, quién lo sabe, quiso que la Fuerza Aérea Colombiana visitara su colegio para promocionar la integración del primer grupo de mujeres pilotos a la institución. Y ella dijo: “¡Esta es mi oportunidad!”. En aquella época todavía era inusual que las mujeres volaran aeronaves. Los hombres solían decir: “Las viejas no pueden, lo hacen mal”, cuenta Gladys. Hoy es comandante, jefe de pilotos de Copa Airlines y pronto cumplirá 20 años de incursión en la aviación comercial. Él es el coronel en retiro Osler García, quien prestó servicio al Ejército Nacional durante 31 años. Toda su vida sintió una gran pasión por la institución. En 1992, mientras el ELN intensificaba la utilización de minas antipersona, hizo parte de la Brigada Móvil No. 2, en el sur de Bolívar. Llamaba a los helicópteros “los angelitos” porque durante las operaciones en tierra “siempre hubo una aeronave rescatando a los heridos del área, evacuando a los soldados, entregando la comida y el abastecimiento”. En ese momento pensó: “Yo quiero hacer lo mismo”, y en 1996 ingresó a la aviación militar del Ejército. Ahí estuvo presente durante 22 años, en los que se desempeñó como piloto de helicópteros o como jefe de operaciones. Ella, Gladys; ha volado aviones Embraer y Boeing-737. Él, Osler; ha piloteado helicópteros M-17 y UH-N1. El primer modelo, que se usa para misiones humanitarias, lo utilizó en la masacre de Machuca, en 1998, cuando el ELN dinamitó un oleoducto en Segovia, Antioquia. El segundo fue su compañero en las labores de fumigación del Plan Colombia. Ella y él han volado diferentes naves. Pero tanto ella, como él, debían tener las mismas aptitudes para poder desempeñarse con eficiencia en cada misión. La comandante Gladys Sánchez, quien con el paso de los años ha demostrado que las mujeres sí dominan el aire, considera que todos los pilotos –¡todos!– “deben saber volar bajo presión, tener un esquema de toma de decisiones y un altísimo sentido de responsabilidad y de trabajo en equipo”. Osler García está de acuerdo con Gladys. Ella tocó un punto clave, el trabajo en equipo. La aviación es un engranaje. Los aeromédicos se encargan de chequear los aspectos físicos y psicológicos de los pilotos; los instructores evalúan sus capacidades de vuelo y sus conocimientos; y la tripulación tiene un papel clave en la seguridad a la hora de volar. “El piloto nunca está solo. Es una cadena completa. Si un eslabón falla habrá un accidente”, asegura el coronel. Lea también: Crónica de un vuelo con la única tripulación femenina de Black Hawk de América Latina Para pilotear aviones, como ella; o helicópteros, como él, se requiere de mucha responsabilidad y conocimiento. No importa si es aviación civil o militar, siempre se debe velar por la seguridad de las vidas que llevan en sus naves. Como dice Gladys, “transportar a los pasajeros con total seguridad y culminar el día con la tranquilidad de haberlo logrado sin contratiempos es el mayor reto”. El coronel y la comandante admiten que uno de los mayores premios de su profesión es poder apreciar paisajes maravillosos. Volar sobre Chiribiquete o la Macarena –y ver sus cascadas y aguas cristalinas–, ir a la Sierra Nevada y a La Guajira, fueron experiencias que marcaron al piloto de helicóptero. Gladys, quien dice que no es fácil balancear la vida familiar y profesional cuando el cielo es la oficina, confiesa que es maravilloso disfrutar de esas postales que se ven desde la cabina. La satisfacción que les deja el oficio que escogieron es parecida. Ayudar a la gente, hacerla feliz. Ella disfruta cuando puede cumplirles los sueños e ilusiones a los pasajeros. “Me encanta pensar que tal vez esas familias que están en el avión han ahorrado todo el año para viajar y están muy emocionadas. Siempre llevas gente que tiene un propósito, y yo estoy ayudando a que se haga realidad”. Él, ese hombre que sirvió al Ejército durante 31 años, estuvo presente en el terremoto de Armenia de 1999 y piloteó el primer helicóptero en llegar con las ayudas humanitarias. “Ver esa tristeza en las personas, pero a su vez la reacción cuando llegué con la ayuda fue algo reconfortante”, concluye, dejando claro que su labor en esa catástrofe fue una de sus mayores satisfacciones. No importa la nave. No importa si es ‘ella’ o ‘él’. En el cielo todos los aviadores vuelan por las mismas razones, llevar gente a otros destinos, transportar alimentos y medicinas, rescatar a las víctimas de un desastre o un conflicto. El género es el mismo: piloto. *Periodista.