Colombia cuenta con 590 aeropuertos y campos de aterrizaje; 74 de estos son propiedad de la Aerocivil, 14 les pertenecen a los departamentos, 94 son municipales, 9 son militares; hay 185 dedicados a la fumigación y 214 son privados. Las características de cada uno de ellos están determinadas por la operación que se realice y por el tipo de avión que allí aterrizará. Tengo que decirlo, las pistas de nuestro país son muy particulares y complejas por su ubicación. Aunque sus diseños son homologados a nivel mundial por las entidades regulatorias, nuestra infraestructura, las condiciones meteorológicas y otras ambientales muy peculiares, como los animales que a veces se pasean por ellas o la basura acumulada, son un reto constante para los aviadores. Una de las pistas que presenta mayores dificultades para el aterrizaje es la del Aeropuerto Antonio Nariño, en el municipio de Chachagüí, a 27 kilómetros de San Juan de Pasto. Aunque es ancha, la operación se complica porque está ubicada en una meseta. El avión quedará expuesto a vientos fuertes y turbulencias, sobre todo en la época de verano. A esto habría que añadirle que el territorio está circundado por el volcán Galeras, que dificulta la visibilidad. Algo similar sucede con el Aeropuerto Nacional La Nubia, de Manizales, donde solo se puede aterrizar por una cabecera. La pista es corta y angosta, no está capacitada para recibir aviones de gran tamaño. La complicada topografía y el mal clima de la región representan un problema para los pilotos que viajan constantemente a esta terminal. Pero el estado de las pistas no es la única complejidad que tenemos que afrontar los aviadores en Colombia. Las condiciones meteorológicas pueden ser otra amenaza que dificulte un aterrizaje en calma. Así sucede con frecuencia en la séptima terminal aérea más importante del país, el Aeropuerto Internacional Gustavo Rojas Pinilla, de San Andrés. Esta es una zona complicada donde permanentemente soplan fuertes vientos. Y tiene otro lado espinoso, la plataforma se colapsa en ocasiones porque no tiene la capacidad idónea para cubrir todos los aviones que llegan a aparcar. Lo mismo ocurre en los aeropuertos Las Brujas, en Corozal, Sucre; y en el Internacional Simón Bolívar, de Santa Marta, donde sus pistas cortas y los vientos cruzados hacen más laboriosa la operación. Por otra parte, el manejo poco adecuado de la fauna que está alrededor de los aeropuertos también es un problema al momento de aterrizar, a veces hay animales que se atraviesan en la pista. Esto ocurre usualmente en el Aeropuerto Internacional El Dorado de Bogotá y en el Internacional Ernesto Cortissoz de Barranquilla. Como ya lo mencioné, nuestro país tiene una gran cantidad de pistas, algunas son concesionadas, es decir, están bajo el control de la Aeronaútica Civil, y otras dependen de las Gobernaciones. Generalmente, estas últimas son las que presentan mayores problemas de infraestructura y cuentan con instrumentos restringidos en su terminal. Un ejemplo es el Aeropuerto La Florida, en Tumaco, operado por la Aerocivil, donde hay una plataforma incómoda para parquear. Además, con frecuencia las personas se atraviesan en la pista y esta, debido a la humedad, puede estar lisa. Por otro lado, las pistas regionales ubicadas en medio de la selva, como las de Leticia y Chocó, representan otro gran desafío para las naves y los pilotos por la probabilidad de tormenta y la baja visibilidad, especialmente en la madrugada. Las fuertes lluvias causan charcos en las plataformas y estas pueden agrietarse por los rayos que a veces caen sobre ellas. Le recomendamos: Terminales al vuelo He hablado de las pistas más difíciles, pero hay otras donde a la mayoría de los pilotos nos gusta aterrizar, como las de Cali, Barranquilla y Cartagena, que tienen plataformas anchas, extensas y, por lo general, cuentan con buenas condiciones meteorológicas. Nada que temer Pero no se preocupe. Si usted es pasajero frecuente y debe aterrizar en alguno de esos destinos ‘complejos’, no hay razones para sobresaltarse. Todos los pilotos contamos con las herramientas y la formación necesarias para realizar las maniobras óptimas en cada aproximación a tierra, aun en condiciones de baja visibilidad, o en contra de la topografía. Podemos “volar de manera visual” o realizar una “operación visual de instrumentos”. Esto quiere decir que tanto los aviones como las torres de control tienen sistemas de monitoreo que le indican al aviador cómo y dónde se debe realizar el aterrizaje. Los pilotos fuimos entrenados para esto, estamos acostumbrados a enfrentar todo tipo de situaciones. Y bueno, estos entrenamientos de los que hablo y los sistemas de instrumentos que tenemos a mano son utilizados por las líneas comerciales bajo los estándares y procedimientos que ofrece la Organización Internacional de Aviación Civil (OACI). Buenas noticias En general, desde hace una década se ha visto una mejoría en la infraestructura de las pistas del país. Sin embargo, vamos a paso lento si nos comparamos con otras terminales de la región, como las de Chile y Brasil, donde se evidencia un gran desarrollo en sus aeropuertos. Una de las dificultades que enfrentamos en Colombia es que no hay una correlación entre la cantidad de pistas y aeropuertos, y el número de vuelos que ofrecen las aerolíneas. Otra debilidad es la baja capacidad operativa de algunas terminales, como la de Bogotá, si se compara con otras de la misma categoría a nivel mundial. De igual forma hay aeropuertos que son muy pequeños para toda la cantidad de aviones que llegan a parquear en él; y hay otros que por su alta demanda requieren de dos o más pistas, pero solo tienen una. La buena noticia es que las autoridades del sector aéreo trabajan para cambiar este panorama. En 2019, por ejemplo, la Aeronáutica Civil destinará 742.904 millones de pesos para mejorar, fortalecer y modernizar la infraestructura aérea del país. Tales recursos llegarán, especialmente, a los aeropuertos regionales distantes de los principales centros urbanos. Sí, avanzamos lentamente; pero vamos por buen camino. *Piloto técnico de Avianca, Airbus A320.