En un anticuario reposan, abarrotados, miles de objetos que algún día fueron indispensables. Los encargados de encontrarles un nuevo hogar son comerciantes de antigüedades como Norberto Calle. Él, como en un tetris de la vida real, ubica unos sobre otros a cientos de cachivaches en su local La Telaraña, la primera tienda de lo viejo fundada en el barrio Mesa de Envigado.Este es un vecindario particular, sobre todo por esa calle empinada. A lo largo de dos cuadras por esa misma vía de doble carril se encuentran la mayoría de los anticuarios. Norberto impuso la cultura del pasado cuando fundó su negocio en 1996, el primero del sector. Casi diez años después una pareja paisa inauguró La Casona del Usado y desde entonces, de lunes a sábado, ocho anticuarios abren sus portones para exaltar los objetos de antaño.“Aquí vine después de venderle a la empleada la farmacia en la que trabajé por 32 años. Cumplí mi ciclo y abrí el anticuario. Mi hijo Hamilton me ayudó”, cuenta Norberto, envigadeño de 70 años, amante de las pesas de cobre y de cualquier elemento que le parezca “bonito o hermoso”. Y con esos objetos raros sacó adelante a su familia y hoy gana el sustento de él y de su esposa. O eso cree, porque nunca ha llevado una contabilidad: “Yo no sé qué tanto gano, solo sé que tengo la platica en el bolsillo y ya”.El amable ‘telaraño’, como le dicen sus amigos, se la pasa comprando “cositas” a cualquier conocido que le haga una buena oferta. Muchas veces no sabe para qué sirven, ni de dónde vienen, “pa’ qué, a veces la gente es muy mentirosa. Todo lo que ve aquí lo tengo simplemente porque me gusta”, puntualiza.