SEMANA: ¿Cómo llegó al proyecto?PATRICIA CASTAÑEDA: Los astros se confabularon a mi favor. Justo cuando me sentía preparada para un papel así, histórico, valioso, que tuviera trascendencia, me llamaron. No dude en aceptarlo, significaba un reto especial porque era mi primer papel biográfico.SEMANA: Débora fue una mujer transgresora, atrevida para su época. ¿Tiene algo de ese espíritu?P.C.: Quisiera pensar que sí; quisiera pensar que todos tenemos un aporte que dar a la sociedad. Está bien eso de trabajar para tener ciertos lujos, pero esos privilegios traen una responsabilidad. Creo que he ido construyendo lentamente mi carrera, pero sin pausa. Me gusta empoderar a quienes me rodean para que se realicen personal y profesionalmente. También me gusta cuestionar a la sociedad y analizar cómo nos comportamos, toda esa información se la transmito a mi hija, y estoy segura de que ella lo hará con sus hijos.SEMANA: ¿Aprendió a pintar?P.C.: Lo intenté, hasta tomé clases con el artista paisa Óscar Restrepo, que conoce a fondo toda la obra de Débora, ¡pero llegué hasta el nivel menos uno! Él me enseñó los conceptos básicos y recreó las obras de las escenas en las que yo debía salir pintando.SEMANA: Durante ese tiempo pudo repasar detenidamente las pinturas de la artista, ¿cuál la sigue sorprendiendo?P.C.: Maternidad y Violencia, un cuadro de 1950 donde aparece una mujer en primer plano desnuda, embarazada y muy delgada, con un gesto de frustración y tristeza. Ahí se retrata la violencia bipartidista de mediados de siglo XX, y al verla me entristeció mucho pensar en los millones de mujeres para las que el embarazo es algo traumático. Yo, por el contrario, viví ese proceso de forma maravillosa. Tuve los privilegios de la comodidad y de tener el tiempo de dedicarme a mi maternidad, todos vieron la luz que yo irradiaba, pero en esa obra aquella luz está ausente, parece que la sociedad le arrebatara la felicidad a esta mujer.SEMANA: Muchos intentaron censurar a Débora, pero ella siempre recibió el apoyo de su familia. ¿Qué tanta ayuda recibió usted de la suya como artista ?P.C.: Mis padres no me llevaron por el ‘camino seguro’ de estudiar una ingeniería, ellos vieron la pasión que sentía por las artes y decidieron apoyarme. Ahora, desde mi posición de madre, considero que lo que se debe hacer es dar confianza, yo le daré la seguridad a mi hija para que ella progrese en todo lo que la apasione.SEMANA: Al igual que la artista paisa usted ha protagonizado varios escándalos por cuestionar el papel de la mujer contemporánea y su necesidad de expresar libremente su sexualidad, ¿esa manera de ver el mundo la ayudó con este papel?P.C.: Yo me apasiono igual con todos mis personajes, pero interpretar a una artista que analizó y exaltó el cuerpo femenino de esa manera fue algo excepcional. Siempre he sido una mujer sin tapujos, que puede hablar abiertamente del sexo, la pasión y el amor, y ella intentó poner esos temas en la agenda de una sociedad muy católica y conservadora.SEMANA: ¿Sintió temor de no dar la talla para representar a este símbolo de los paisas y del arte nacional?P.C.: Muchísimo. Aquí casi todo el mundo sabe quién es Débora Arango y varias personas en las calles me decían: “Estás interpretando a un ícono paisa, a una de las mujeres más berracas que ha tenido Colombia”. Tuve que creerme lo que estaba haciendo y sentirlo de corazón, al final creo que salió bien porque a la gente le ha gustado mucho.SEMANA: ¿Qué fue lo más difícil de personificar a la protagonista?P.C.: Mezclar ese humor mordaz que tenía con su sensibilidad frente a la injusticia social. Además, esta es la primera historia visual que se realiza sobre este personaje, así que muchos colombianos sabrán de Débora a través de mi interpretación. Me quedo con el privilegio de haber conocido a una revolucionaria en silencio, lo bello de su arte no está en lo que se ve sino en lo que su obra significa.SEMANA: ¿Qué cree que estaría pintando ella en la actualidad?P.C.: Creo que el ‘títere’ que tanto ilustraron en la campaña presidencial reciente se le habría quedado corto. Ella estaría mostrando, de frente, a todos los personajes controversiales de nuestra política. No les tendría miedo. Seguramente en sus cuadros veríamos un país donde sus ciudadanos tienen los ojos tapados e idolatran a ciertos políticos como si fueran estrellas de rock. Estaría diciendo: ¿qué pasa con esta sociedad? ¡Idolatren a sus hijos, pero no a un par de señores que se sienten dioses!