Desde la cuesta del parque Mont Royal, uno de los preferidos por los nativos para escapar del ajetreo de la urbe, se tiene una panorámica completa de Montreal. Los edificios modernos de corte americano, los inmuebles más bajos con aires europeos, y al fondo las aguas imponentes del río San Lorenzo, uno de los sistemas fluviales más importantes de Norteamérica y el segundo más largo de Canadá. Todo esto sucede en verano, claro está. Cuando la ciudad florece. Y la gente sale a remar, y a trotar, y a caminar, o a tomar el sol en uno de los 1.200 parques. O a montar en bicicleta a lo largo de los 650 kilómetros de ciclorrutas que hacen de este entorno urbano uno de los más ecológicos del mundo. ¡Voilà!Si se desciende por el costado occidental del parque, el visitante se topará con el oratorio de Saint- Joseph, con lejanas similitudes a la parisiense basílica del Sacré-Coeur. Quizá sea por su disposición empinada, o por su cúpula acebollada. Si bajamos por el este, nos encontramos con las arboladas instalaciones de la Universidad de McGill, acaso la más importante del país y donde el gran bardo Leonard Cohen, judío montrealés hasta la médula, se tituló en literatura inglesa.Para emprender una exploración del casco antiguo conviene llegar hasta la plaza Jacques-Cartier, navegante y explorador francés del periodo colonial y cuyo nombre se replica en calles, plazas y paseos. El Viejo Montreal es un pequeño trozo de la Francia rural. Da igual si son edificios que evocan a la campiña normanda o la zona vinícola de Burdeos, pasear sus rincones adoquinados es una evocación del ensamblaje de dos mundos. Allí está desde hace siglos la pintoresca calle de Saint Paul, la más antigua de esta ciudad que hoy llega a los 1,8 millones de habitantes.Montreal está situada en una isla fluvial de 500 kilómetros cuadrados. Cuenta con dos islas artificiales, Sainte Helen y Notre Dame, que la ciudad construyó para la exposición universal de 1967. En 1976 se celebraron los Juegos Olímpicos. Muchos recuerdan los dos sucesos como el salto a la modernidad.Se ha hablado mucho del carácter binario de la ciudad: francófono y anglosajón. La realidad está llena de matices: portugueses, libaneses o italianos, entre otros, han dejado también su sello. Escritores como Saul Bellow, de origen judío y ruso, el actor William Shatner, quien encarnaba al emocional capitán Kirk en la versión clásica de la serie Star Trek, así como también Arcade Fire, quizá la banda de rock alternativo más importante del mundo, o el afamado festival de jazz, son todos productos de la atmósfera cultural montrealesa.Pero si su decisión es visitar la ciudad en invierno, no se preocupe por las bajas temperaturas. La ciudad cuenta con una auténtica metrópoli subterránea de 30 kilómetros de extensión y más de 4 millones de metros cuadrados donde podrá encontrar un cálido mundo con una docena de hoteles, restaurantes, 40 salas de cine, trenes, estaciones, bancos y hasta una pista de hockey sobre hielo.