En 1884 Santafé de Bogotá dio uno de los primeros pasos hacia la industrialización. En diciembre de ese año, los cachacos vieron cruzar el tranvía y ese mismo día entendieron que la capital ya no era una aldea. Este medio de transporte surgió de la necesidad de conectar al centro de la ciudad con Chapinero, un gran caserío que años más tarde se convertiría en el primer barrio al norte de Bogotá.Nueve años antes, el arzobispo Vicente Arbeláez ordenó erigir la iglesia número 20 de la Arquidiócesis de Bogotá. La bautizaron Nuestra Señora de Lourdes en honor a la Virgen que en 1858 se le apareció en Francia a una niña llamada Bernarda. El arquitecto Julián Lombana, discípulo del danés Thomas Reed (creador del Capitolio Nacional y del Museo Nacional) realizó sus primeros diseños. En sus manos estaba la primera basílica neogótica del país. Las iglesias de este estilo se caracterizan por sus arcos ojivales que evocan amplitud y grandes entradas de luz, que se cuela a través de los vitrales.Según Óscar Pérez, arquitecto bogotano apasionado por las iglesias, en Colombia, a diferencia de Europa, el estilo gótico no llegó para brindar una experiencia eclesial iluminadora. “Se pretendía que tanto el Estado como la Iglesia contaran con imágenes públicas diferentes para que no hubiera confusión. Algo así como dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César”. Por eso en Bogotá no hay una sola construcción estatal de estilo gótico, pero sí iglesias con arquitectura clásica, como la Catedral Primada, erigidas por expertos extranjeros que llegaron al país con vocación católica, sobre todo de España.
Nuestra Señora de Lourdes fue la iglesia número 20 que ordenó erigir la Arquidiócesis de Bogotá. Foto: Cortesía Archivo de Bogotá.Pero no solo se trataba de darle vida a una iglesia, también había que construir una plaza. Cuenta el escritor Andrés Ospina (lea un texto suyo en la página 12), que durante los trabajos de construcción el arquitecto Lombana se cayó de un andamio y, milagrosamente, no murió. Perdió un brazo y una pierna, pero siguió al frente de la obra que no pudo ver terminada. Concluir la basílica fue un proceso de paciencia y arduas jornadas. En 1904 Lourdes (aún sin estar finalizada) comenzó a prestar los servicios parroquiales. En 1917, un año después de la muerte de Lombana, durante el sismo más fuerte que ha sufrido Bogotá, se derrumbó el segundo nivel de la torre central.Algunos historiadores afirman que las obras principales terminaron en 1936, pero otras versiones indican que sucedió nueve años más tarde. Lo cierto es que entre 1940 y 1955 se instalaron las arañas y vitrales diseñados por el maestro Walter Wolf. En 1945 se encargó la construcción del reloj y las campanas a un taller de Medellín y en 1950 llegó desde Alemania el órgano tubular que sigue acompañando los cánticos que entonan los feligreses.Única protagonistaLourdes conserva el 80 por ciento de su imagen original. Aún es la segunda iglesia más amplia de Bogotá, después de la Catedral Primada. Sus cualidades únicas se destacan. Entre la iglesia de la Porciúncula y el santuario Nuestra Señora del Carmen, dos templos con tintes de estilo gótico, solo la de Lourdes ha sido fiel a su vocación, siempre se ha conservado como parroquia de culto católico, mientras que las demás en algún momento fueron colegios o monasterios.Además, su plaza homónima la distingue, tal vez es la única en la ciudad que cuenta con un espacio público tan generoso, si se considera que en la parte posterior hay un parque con la estatua de un hombre en el centro, que vigila la iglesia de día y de noche: Vicente Arbeláez, el arzobispo que autorizó su construcción.El 11 de febrero de 2016, el papa Francisco la nombró basílica menor, un título que solo se confiere a los templos con importancia histórica, una arquitectura invaluable y gran acogida de feligreses. Cerca de 1.560 iglesias en el mundo han recibido este honor. En Colombia hay 36, y en Bogotá, cuatro.Por esa razón tiene sus puertas abiertas 12 horas al día. En toda su historia la han resguardado más de 16 sacerdotes. Hoy su párroco es monseñor Londoño, quien cuenta que ahora la basílica de Lourdes es más segura que nunca y además adora vivir en esta iglesia. Aunque tres años después del Bogotazo el tranvía dejó de pasar por aquí, la iglesia sigue vigente, como en sus mejores tiempos. La rodean edificios más modernos, panaderías de antaño, locales de comida rápida, pollerías, habitantes de calle, vendedores de lotería, policías. Pero ella sigue siendo la majestuosa protagonista de este lugar.*Periodista de Especiales Regionales de SEMANA.