Aunque es frecuente ver cómo han aumentado los operativos que contrarrestan la ocupación del espacio público por parte de vendedores ambulantes y de vehículos mal parqueados, aún queda una gran tarea por hacer en el norte de Bogotá. Uno de sus sectores más tradicionales es la Zona Rosa, un polo de atracción turística al que llegan visitantes nacionales y extranjeros.De acuerdo con los datos del Observatorio del Instituto Distrital de Turismo, a Bogotá llega el 46,8 por ciento de los viajeros internacionales que arriban al país. Aunque no se sabe cuántos de ellos visitan algún bar, restaurante o galería de arte del sector, es claro que la exclusividad de la zona impulsa el incremento de esta industria en Colombia.Para mantener y alentar ese desarrollo los ciudadanos idearon, en conjunto con la administración distrital, un acuerdo llamado ‘Me la juego por la Zona Rosa’ que se dio a conocer en julio de este año. Su estrategia principal será recuperar el sector ubicado entre las calles 80 y 85, y entre las carreras 11 y 15.Para Diana Beltrán, gerente del proyecto, lo más importante de esa iniciativa fue haber logrado unir a las diferentes partes: “Nos ayudó la cohesión de toda la comunidad del sector que sabe bien que el área se ha deteriorado. Nuestra idea es que este plan perdure en el tiempo, sin importar cuáles sean las administraciones posteriores”.El trabajo comenzó por asegurar la reubicación de los vendedores informales (alrededor de 138), quienes aceptaron las propuestas hechas por la Alcaldía, entre las que se encuentra la entrega de 43 quioscos para reducir la ocupación del espacio público. Otros grandes retos como la contaminación auditiva, el consumo de drogas y la mendicidad están, por supuesto, en la agenda de prioridades.Por eso las intervenciones se centran en el mantenimiento de cuatro parques, zonas verdes y 772 luminarias. También en la adecuación de avisos comerciales, la instalación de redes eléctricas subterráneas y de siete nuevas cámaras de vigilancia. Se acordó la creación de un grupo de seguridad privada para el sector, el rediseño de aceras y trabajos de insonorización en los lugares donde la Secretaría de Ambiente lo considere necesario.Hay que tener en cuenta que los establecimientos comerciales e industriales de Chapinero han pagado cerca de 106 millones de pesos en multas por contaminación auditiva. La localidad es la segunda más ruidosa de la ciudad, solo superada por Antonio Nariño, lo cual hace urgente un cambio en ese aspecto. Si todo se cumple como está propuesto, los 82.000 metros cuadrados con los que cuenta la Zona Rosa de Bogotá tendrán una cara más amable, con oídos sanos y una comunidad dispuesta a mejorar en conjunto.