Mario Ribero Ferreira es el hombre detrás de varias obras entrañables de la televisión y el cine nacional. En 1987, dirigió la película sobre un gran timador colombiano, El embajador de la India y en 1999, con un guion de Fernando Gaitán y bajo su dirección, nació Betty la fea.Ribero nació en Santander en 1894. Luego de incursionar en la actuación y el teatro en Bogotá, viajó a Rusia a comienzos de la década del setenta a estudiar cine y televisión en el Instituto de Cine de Moscú. Finalizados sus estudios regresa a Colombia y llega por recomendación de alguien al rodaje de Cóndores no entierran todos los días como asistente de dirección de Francisco Norden.Norden quería hacer su primer largometraje sobre la violencia bipartidista de finales del cuarenta en Colombia. Luego de revisar muchas obras fue capturado por el relato de Gustavo Álvarez Gardeazábal sobre la leyenda de León María Lozano, ‘El Cóndor’, el conservador acérrimo, el primer gran pájaro.
Vicky Hernández y Frank Ramírez / Fotografía Cortesía de Franciso NordenEstas son algunas Memorias de Rodaje:“Mi primera tarea como asistente de dirección fue conseguir la locación del rodaje. Buscábamos en Tenjo, en Tabio, hasta que finalmente encontramos el lugar en Subachoque. Un día le pregunté a Pacho (Norden) por qué estaba filmando en Cundinamarca la historia de un hombre del Valle del Cauca. Él me contestó ‘Mario, yo sé cómo respira la gente en el altiplano, yo no podría saber cómo se vive y se respira en un valle’…"“Mi labor consistía en entender sus silencios. Pacho tenía todo sumamente elaborado en su cerebro y en su alma, yo tenía que ayudar a plasmarlo. Al mismo tiempo, era sumamente riguroso y exigente, particularmente meticuloso con los ruidos. Yo tenía que correr a callar a los perros para poder filmar la toma. Buscaba de dónde provenía el ladrido más cercano y callaba los animales a punta de comida. Pacho no soportaba esa interferencia…”
Escena de la entrega de armas / Fotografía de Nereo López / Cortesía de Francisco Norden“Para Pacho el detalle lo era todo. Un día lo vi sufrir inmensamente porque no tenía el revólver, tal cual lo había imaginado, para la escena en la que ‘el Cóndor’ recibe las armas por primera vez. Estaba tan triste y disgustado, que fui de casa en casa pidiéndole a la gente ver sus revólveres. Regresé con más de quince opciones para que Pacho eligiera…”Al finalizar cada jornada de rodaje Pacho no dejaba que nadie tocara las latas con la cinta. Agarraba cada una contra el pecho y se iba corriendo a su carro donde las guardaba en una caja con candado. Era como ver a un niño llevando un tesoro…Y así era. Él miraba con amor a los actores, veía con orgullo el trabajo de todos y admiraba profundamente al español Carlos Suárez, el director de fotografía.
Piezas promocionales para el Festival de Cannes 1984 / Cortesía de Francisco NordenMario Ribero describe los particulares métodos de actuación de Frank Ramírez para dar vida al pájaro León María Lozano.“Frank exigía que el guión tuviera una hoja libre al lado del texto. A la derecha, la escena y a la izquierda, una hoja libre. Ahí dibujaba él mismo algo que lo ayudaba a entrar en el personaje. A veces, también pegaba láminas de fotografías o pinturas que le sugerían lo que necesitaba…
Dibujos de guion hechos por Frank Ramírez en el Rodaje de Técnicas de duelo de Sergio Cabrera / Cortesía de Mario RiberoPor ejemplo en la escena en la que Vicky Hernández se baña desnuda y su marido León María le increpa su falta de pudor, Frank tenía al lado de esa escena una lámina de Saturno devorando a un hijo de Goya, el me descubrió mirando su guion y me dijo ‘aquí necesito repulsión’”Cóndores no entierran todos los días fue un duelo de colosos, dice Ribero, realmente confluyeron varios grandes del cine. Grandes en el rigor y el profesionalismo. Todos, encabezados por Norden, los protagonistas, cada profesional en su rol y además teníamos a Nereo López haciendo la foto fija..
Foto fija de Nereo López en la escena del envenenamiento / Cortesía de la Fundación Nereo LópezSe escuchaban risas y ya se sabía que venía Nereo. Riendo él o haciendo reír a alguien. Él iba siempre con tres cámaras colgadas al cuello y todo el tiempo estaba tomando fotos de algo, entre chiste y charla iba disparando y uno no se daba cuenta. Él encontraba las fotos y las fotos lo buscaban a él…
Fotografía de Nereo López durante el rodaje de Cóndores no entierran todos los días / Cortesía de la Fundación Nereo López“Nereo siempre llegaba en el momento justo de la foto, tenía un cálculo interior sorprendente. Aparecía en el momento más álgido de cualquier escena y tomaba su foto tranquilo. Nereo sabía que la fotografía era un pretexto para abordar el alma humana, a veces, dejaba de hacer la foto fija de una escena si veía algo de la “vida real” que le llamaba la atención. Lo único que quería hacer con sus fotos era tomarle el pulso a la vida, todo el tiempo, en cualquier lugar”Mario Ribero.