Con el corazón en su país, sin diplomas ni contactos, pero con las ambiciones puestas en la prestigiosa tradición gastronómica francesa, Juan Arbeláez logró abrirse espacio y entrenarse en la icónica academia Le Cordon Bleu de París, para salir a trabajar con el chef tres estrellas Pierre Gagnaire y luego con los también ‘estrellados’ Éric Briffard, del restaurante Le Cinq; y Éric Frechon, de Le Bristol. El resultado de su determinación, disciplina, creatividad y del “trampolín mágico”, como él mismo llama a su aparición en el programa Top Chef, de la cadena francesa M6, son siete restaurantes: Plantxa (en Boulogne-Billancourt, a las afueras de París), Vida, Yaya (con dos locaciones), Levain, Maya y Frou-Frou (en París). Además de estos logros la cocina ha transformado la vida de Juan en un aspecto esencial: su manera de viajar. Ahora escoge los destinos pensando en la gastronomía de cada lugar y en sus distintas versiones, comida de calle, de restaurantes más sencillos o sofisticados, de casa, de plazas de mercado. En modo ‘bar hopping’ –de restaurante en restaurante–, prueba todo lo que puede en una noche, tras haber pasado el día curioseando ingredientes, productos, secretos de cocina y maneras de comer. Lea también: El Grupo Éxito fortalece su modelo omnicanal en el país Así conoce cada lugar y así ha reconocido a Colombia. Recordando desde la nostalgia y con cada nuevo descubrimiento se acerca como un novato a los paisajes culinarios de las distintas regiones del país, pero también se acerca a ellos con la familiaridad de quien los lleva en la sangre. “Mi debilidad es la comida de la costa Pacífica pero hay un lugar que quiero explorar: el Amazonas. Será mi siguiente destino gastronómico. Recuerdo también un viaje reciente a Santa Cruz de Mompox, ¡cómo olvidar sus carimañolas!”. Después de los viajes Juan regresa a Francia con nuevos productos y descubrimientos (hierbas, guascas y un buen ron, por ejemplo), con apuntes y recuerdos para desarrollar nuevos platos. “Nunca llego ileso emocionalmente de un viaje”. Algunos ingredientes colombianos los consigue en mercados latinos, y sustituye los que no encuentra con otros alimentos del llamado ‘cordón tropical climático y agrícola’, que compartimos con buena parte de África, el Oriente Medio, India y Asia. De esta manera puede acceder al cilantro, el mango, el tamarindo, el limón verde, el plátano o el ají, entre otros. Quizá su creación sea un arroz con mariscos y leche de coco inspirado en el legendario arroz atollado vallecaucano. O un plato con una de sus prácticas favoritas que es ‘colombianizar’ una preparación tradicional francesa, como el pato a la naranja, que en su versión de sabor tropical tiene un twist picante y ácido. Su cocina está inspirada en los atardeceres de Cartagena, los olores y la música de las costas colombianas y el aire, la temperatura, la energía de las calles de cada ciudad. Nueva York, Londres, Madrid, Bogotá. Cada grado centígrado determina el ritmo de su cocina. Si hace más frío preparará salsas más grasas; con más calor, salsas más ácidas. Y siempre intentando usar productos que no conocía. “Al cocinarlos por primera vez se vuelven un poco míos y entran en mi paleta de colores y de creatividad’. En el caso de su país, además de acercarlo a cocineros de cada lugar, esta busqueda por nuevas propuestas gastronómicas, que lleva cultivando y afianzando desde la apertura de su primer restaurante, le ha permitido que locales y turistas en Francia se acerquen a la cocina de otras maneras. Le recomendamos: Groupe Seb: la sartén por el mango Su nuevo sueño, entonces, tiene que ver con la pasión de viajar y su encanto por la cocina local: abrir un restaurante en Colombia y conducir un programa audiovisual de viajes culinarios en el que pueda mostrar a qué lugar lo lleva su paladar y en qué consiste nunca llegar ileso de él. *Doctora en antropología cultural y especialista en gastronomía.