El viaje empieza a las seis de la mañana en el municipio de San Carlos de Guaroa, Meta, a una hora en carro de Villavicencio. El termómetro marca los 30 grados y, a primera vista, llaman la atención las 6.500 hectáreas destinadas a la siembra de palma de aceite. También impacta la forma de cultivar esta enorme planta con estrategias que mitigan los impactos medioambientales.El proceso de producción se inicia en el vivero. Allí la palma recibe los primeros cuidados antes de llevarla a su sitio de siembra definitiva, en donde permanecerá hasta 30 años. En el campo, Manuelita explora nuevas formas de optimizar los recursos hídricos, un ejemplo de ello es el proyecto de fertirriego por aspersión, que aprovecha el ciento por ciento de las aguas residuales de los procesos industriales.Así mismo se destaca el sistema de eficiencia energética, que utiliza los residuos de la planta de producción para generar energía eléctrica limpia que alimenta las fábricas de Manuelita.La compañía también le apostó a la producción de biodiésel, un sustituto natural del petróleo fabricado a partir del aceite de palma. Este combustible natural reduce un 83 por ciento las emisiones de gases de efecto invernadero que contaminan el aire.Por implementar estas prácticas, Manuelita recibió en 2016 la certificación ISCC, que le permite exportar biodiésel a Europa. Además, alcanzó la acreditación RSPO, el reconocimiento más importante a nivel mundial en el sector de la palma, el cual establece que la empresa fabrica de manera sostenible sus productos y que estos provienen de sus propios cultivos y plantas de proceso.Territorio azucareroA las once de la mañana del día siguiente llegamos a la planta ubicada en el municipio de Palmira, Valle del Cauca. La temperatura ronda los 25 grados. Aquí se produce el famoso azúcar con el que endulzamos el café, los jugos y la mayoría de bebidas.En este ingenio se utilizan prácticas sostenibles como métodos de riego eficiente, que minimizan el consumo de agua. Además el 82 por ciento de la caña de Manuelita se cosecha sin quemar. A partir de 2018, incursionará en la producción de azúcar orgánica, que no utiliza insumos químicos durante el proceso de producción.Por desarrollar estos métodos, el ingenio recibió en 2017 la certificación Bonsucro, la cual destaca el trabajo justo, la responsabilidad ambiental y una labor conforme con los parámetros de sostenibilidad establecidos por la Directiva de Energías Renovables de la Unión Europea. Solo 78 ingenios en el mundo cuentan con este reconocimiento y Manuelita es el único de Colombia.Además del compromiso ambiental, la empresa trabaja por el bienestar de sus colaboradores y comunidades aledañas. Tiene un plan de gestión social en sus dos plantas de Colombia y en la del Perú, que abarca la generación de ingresos complementarios, salud, educación y vivienda. En 2017, por ejemplo, 524 personas culminaron sus estudios de primaria y bachillerato; otras 2.795 se afiliaron al sistema de salud en alianza con los gobiernos locales.Una de las convicciones de la compañía es que el hogar es el núcleo fundamental de la sociedad, por este motivo, ha desarrollado planes específicos de apoyo económico. Para final de 2017, fueron 399 las familias que obtuvieron una nueva vivienda de calidad y otras 101 se beneficiaron de proyectos de generación de ingresos a través de la creación de microempresas lideradas por las esposas de sus colaboradores y otras mujeres de la comunidad.De esta forma, Manuelita cuida el ambiente y contribuye a mejorar la calidad de vida de sus trabajadores. Como dice Harold Éder, presidente de la empresa, "nuestra visión de sostenibilidad tiene su origen en el propósito y valores que imprimió el fundador de Manuelita hace más de 150 años. Generamos progreso y bienestar y lo hacemos con integridad, espíritu pionero, austeridad y respeto por nuestros empleados y proveedores".