Detrás del arroz que se sirve en su casa, o en esa mesa, cerca de la suya, en el restaurante donde usted está leyendo esta revista, hay muchas historias. Esta es una de ellas y comienza 50 años atrás al oriente del país. Cientos de familias de Norte de Santander se unieron, creyeron en la siembra de este cereal y así se fundó la compañía Coagronorte.En ella trabaja Luz*, una de las 562 asociadas que cuenta (como todos en la cooperativa) con un promedio de 13 hectáreas de siembra. Esta agricultora vivió de cerca la violencia en lo profundo del Catatumbo, vio cómo asesinaron a sus suegros. Un tiro fulminante que le hizo saber que no podía continuar sembrando coca, la actividad que había escogido para sacar a su familia adelante."Pero yo siempre he tenido las botas puestas", dice, y eso le ha servido para caminar firme y ahuyentar sus temores. Buscó nuevas oportunidades de vida y trabajo, y encontró esta cooperativa agropecuaria que impulsa a los arroceros para llegar a economías a escala y agrosolidarias.Sin embargo, en esta parte de Norte de Santander confluyen paramilitares, guerrilleros, disidentes, contrabandistas y narcotraficantes, que han dificultado las iniciativas del agro en la región. Pero Luz no nació para rendirse. No lo hizo cuando su esposo se enfermó gravemente y tuvo que llevarlo a una clínica en plena cosecha de arroz (una de las dos que se dan al año), y no se dejaría vencer por la violencia.Sin experiencia en manejar el tractor y en las máquinas de corte, ella continuó con su labor en el campo arrocero y así pagó el estudio de sus hijos, obtuvo créditos, entró al sistema de salud y consiguió casa propia. Esa fuerza de Luz es la misma que se vive en Coagronorte, donde hay espacio para lo social y lo solidario en medio del desarrollo empresarial.Como ella, hay cientos de familias que se han asociado a esta empresa, que, según su gerente Guillermo Infante, cuando empezó a dirigirla (cinco años atrás), era ‘un león dormido‘. Para la época tenía 308 asociados que habían preferido durante 45 años sembrar arroz y venderlo a empresas de otras regiones. Pero este león no solo despertó, duplicó el número de socios.Reinvertir en los cultivadoresAdemás se creó la marca de arroz ‘Zulia’ que le hace un homenaje al municipio que lleva su nombre y que se encuentra a 40 minutos de Cúcuta. Allí está ubicado uno de los molinos más grandes del nororiente colombiano. Este andamiaje técnico y tecnológico ha convertido a Coagronorte en la primera planta de producción automatizada del país.La marca creció con rapidez. La cooperativa obtuvo la certificación de calidad y, con sus ganancias, compró maquinaria para sus asociados y creó una estructura que ha estabilizado sus precios en el mercado. Este arroz ha dejado una huella competitiva en municipios de Norte de Santander como Cúcuta, El Zulia, San Cayetano, Villa del Rosario, Los Patios, Puerto Santander y Tibú.En los último años Coagronorte se vio amenazada por el contrabando arrocero de Venezuela. Su respuesta fue abrirse paso en otras regiones, así llegaron a Antioquia, Córdoba, Magdalena, Atlántico, La Guajira, Santander, Boyacá y Cesar.Infante asegura que parte del éxito consiste en que las ganancias se reinvierten para que los cultivadores puedan obtener créditos de libre inversión, lo que fomenta el crecimiento familiar; como sucedió con Luz, quien amplió su cosecha y aseguró que toda su siembra se la comprara la empresa.Él es consciente del crecimiento exponencial, pasó de tener ingresos de 39.000 millones de pesos, en 2010, a 130.000 millones, en 2017: "Sacamos 5.600 kilos de arroz por hectárea, pero la meta son 7.500 kilos. Cada mes recibimos en el molino 80.000 toneladas de arroz, y con ese trabajo se benefician los 562 asociados y los 220 empleados de la empresa".Su expansión ha estado ligada a buenas prácticas medioambientales y sociales, como las capacitaciones para minimizar el uso de insecticidas en la siembra, la recolección de empaques y el uso adecuado y racional del agua. A eso se suma el apoyo económico que brindan a deportistas en ligas de ciclismo, fútbol, gimnasia y natación, además de la entrega de arroz para todo el año a hogares de adultos mayores, a quienes dotan de pañales, paquetes de aseo y fundas para sus camas. Para Luz y para toda la región, este arroz ha sido un bocado de paz.*Periodista.