El mundo avanzará hacia una diversificación energética al menos durante los próximos 22 años. Las energías renovables tendrán un papel cada vez más importante, pero los combustibles fósiles, en especial el gas, estarán con nosotros por mucho tiempo. En el caso del petróleo no se avizora un sustituto fácil para algunos usos. Lo mismo pasa con los productos petroquímicos. En Colombia comienza una discusión que ya superaron países como Reino Unido, Noruega, Canadá y Estados Unidos: dejar enterrados el petróleo y el gas natural durante la transición energética o desarrollar de manera responsable los recursos del subsuelo. Hoy el panorama es complejo para el país. Hay un potencial hidrocarburífero, tanto en tierra firme como costa afuera, en yacimientos convencionales y no convencionales, pero con unas reservas probadas que son exiguas, en riesgo inminente de perder su autosuficiencia energética y, con ella, los recursos que el sector aporta a las regiones. Entonces, ¿qué hacer? ¿Nos convertimos en importadores de hidrocarburos, con el impacto que esto significa en las finanzas públicas y en el bolsillo de los colombianos? ¿No sería más sensato aprovechar las próximas dos o tres décadas para desarrollar nuestros recursos del subsuelo de manera responsable con el ambiente y destinarlos a fortalecer el sector agrícola y el turismo para que, a futuro, le aporten al país una renta igual o mayor a la petrolera? ¿Nos apalancamos en ese petróleo para impulsar las energías renovables? También le puede interesar: Aquí está el petróleo El mundo está cambiando. Muchas voces piden a gritos las energías renovables y balancear la matriz energética. Por eso, cuando se habla del futuro de la industria del petróleo y el gas es inevitable hablar de esa transición. Y lo es porque esta industria no es ajena a esa discusión; por el contrario, les da la bienvenida a nuevas fuentes porque es consciente de que el consumo es cada vez mayor. El año pasado, la demanda global de energía creció 2,1 por ciento (14.050 millones de toneladas equivalentes de petróleo), el doble de lo registrado en 2016 según la Agencia Internacional de Energía (AIE). Si bien en los últimos dos años las fuentes renovables tuvieron un crecimiento histórico del 25 por ciento del total del incremento en la demanda, los combustibles fósiles también crecieron, el petróleo aumentó en 1,6 por ciento; el gas, 3 por ciento; el carbón, 1 por ciento, al llegar a representar el 81 por ciento de la demanda. Esta proporción se ha mantenido igual en las últimas tres décadas. Estos datos reflejan que está cambiando la manera de consumir energía y por ende, de producirla. La discusión de fondo se presenta cuando analizamos las proyecciones de la oferta y la demanda de fuentes energéticas. La AEI señala que para 2040 las necesidades en este campo subirán 30 por ciento, esto equivale a sumar el consumo de China e India a la demanda actual. Los estimativos se basan en un incremento de la demanda por año de 3,4 por ciento, un ascenso poblacional de 7,4 a 9 billones de personas en el mundo y un proceso de urbanización imparable, que equivale a añadir una ciudad como Shanghái, con 25 millones de habitantes, a la población urbana del planeta cada cuatro meses. En este escenario, los combustibles fósiles seguirán siendo determinantes, con un crecimiento continuo del gas, que sería el rey de la ‘transición’. La AIE establece que incluso con las políticas de diversificación en curso en varios países, en 2040 el 75 por ciento de la energía continuará siendo de origen fósil, y en un escenario de menor consumo energético y más fuentes renovables, los fósiles representarán el 61 por ciento de la demanda. Seguirán existiendo. *Presidente de la Asociación Colombiana del Petróleo.