Aunque Colombia y Japón parecen países dispares, tienen varias cosas en común. Los habitantes de ambas naciones poseen un gran espíritu de trabajo y una capacidad innegable de asumir retos. Esas similitudes fueron cruciales para que en 1995 el gigante automotor Yazaki decidiera asociarse con el grupo Ciemel. Después de dos décadas, este trabajo en conjunto continúa aportando a la innovación y al desarrollo económico y social de los colombianos. La compañía nacional Ciemel, un referente de los sectores industrial y automotor, se creó el 29 de abril de 1968, el mismo año en que nació su actual gerente, Francisco Montoya. Su padre fundó esta empresa de la que se siente muy orgulloso. Desde mediados de los noventa, cuando comenzó el trabajo con su socio japonés, han logrado evolucionar de la mano de la tecnología y pasar de hacer los procesos de las instalaciones eléctricas de los carros de manera manual, a tener ayuda de máquinas especializadas, ya que la tecnología que se ha venido implementando en los carros ha hecho que estos pasen de tener 250 circuitos internos a 1.000 circuitos. Esos logros confirman los valores corporativos que siempre han acompañado a esta firma: el respeto por sí mismos, por los demás y la responsabilidad por sus actos. Le recomendamos leer: Filosofía Mazda: seguir haciendo las cosas bien en Colombia Así como Japón se ha recuperado de guerras y desastres naturales, entre 2000 y 2002 Yazaki Ciemel afrontó con valentía el secuestro y posterior asesinato del vicepresidente de la compañía. A partir de ese hecho, Colombia se perdió de una inversión importante y de la generación de miles de empleos. Tuvieron que pasar más de diez años para que un directivo de Yazaki volviera a nuestro país. Después de sanar las heridas y aplicando los cimientos de la cultura japonesa, ambas compañías decidieron afianzar lazos y tuvieron la convicción de continuar con sus objetivos en común. “Del yo al nosotros, ahí radica la fortaleza de los japoneses”, expresa Montoya. Ahora Yazaki Ciemel se destaca por su excelencia y compromiso social. Su sede en Chía tiene un personal altamente calificado que trabaja bajo el lema“todos para uno y uno para todos” y maneja tecnología de punta. Son más de 1.300 trabajadores, en su mayoría mujeres, que se encargan de ensamblar lo que se considera el sistema nervioso de los carros. También puede leer: El Banco de Tokio, un siglo apoyando el crecimiento en Latinoamérica