Gracias a una invitación de Patricia Cárdenas, embajadora de Colombia en Japón entre 2007 y 2014, hace más de una década viajé por primera vez a ese país. Iba a la feria turística Jata con el objetivo de promover a nuestra nación entre los profesionales del turismo del archipiélago asiático. No sabía muy bien qué esperar, pero me atrajeron de inmediato su hospitalidad, su estética y su cultura. Si bien conocía algo de su gastronomía, no era un experto, pero sí hay una cosa que me gusta mucho y es poder desayunar sushi o sashimi, a primera hora del día, con una cerveza, como suele ser la tradición allá. Una experiencia muy distinta a la que se pueden imaginar. Después de este primer viaje, y convencido de que deseaba volver, empecé a visitar con frecuencia este hermoso país para conocerlo un poco más. Ahora, año tras año regreso con la misma fascinación de la primera vez. Lea también: ¿En qué se parecen un japonés y un colombiano? He tenido la oportunidad de conocer la ciudad más poblada del mundo, Tokio; he visto cómo la mezcla entre modernismo y tradición milenaria conviven en perfecta armonía en Nara y Kioto. En la primera está el templo de madera más grande del mundo. En la segunda se hallan el imponente palacio imperial, y sus templos y sus jardines zen, que dan una perspectiva del Japón tradicional donde se puede respirar la sabiduría de los ancestros en cada esquina. Naoshima y Teshima son dos islas dedicadas al arte contemporáneo, ahí vi algunas de las obras de arte que más me han impactado por su simplicidad. Yakushima es otro paraje patrimonio de la humanidad, con su bosque de cedros y musgos milenarios con más de 2.000 años de antigüedad, es un paisaje totalmente inspirador frente al cuidado y la delicadeza de nuestro planeta. También puede leer: El padre Gustavo Andrade, un puente entre Latinoamérica y Japón Puedo seguir nombrando lugares como Koyasan, Shima y Shirakawago, donde tuve la oportunidad de mostrarles a mi esposa, a mis hijas y a mi madre por qué me gusta tanto Japón. Este último es un pueblo de techos inclinados, de construcciones de madera y naturaleza exuberante, mis hijas lo describieron como “un cuento de hadas”. Una descripción muy acertada. Este país es un verdadero takara, ‘tesoro’, en japonés; y el nombre de mi futura hija. *Presidente de Aviatur.