Hace poco más de un siglo, en medio de los debates congresionales sobre el tratado de normalización de relaciones con Estados Unidos, el escritor y futuro presidente de la República Marco Fidel Suárez declaró en un arrebato de pragmatismo que Colombia debía reformular su postura internacional, para privilegiar al coloso del norte en su política exterior. El respice polum (mirar al norte) de Suárez, aunque controversial, resultó ser una doctrina adecuada –de carácter obligatorio– para un país pequeño y relativamente pobre como el nuestro, en un contexto regional y después global, de indiscutible poderío estadounidense. Pero en años recientes, la estructura internacional ha revelado cambios que apuntan a la transición de una hegemonía del país del norte, a un nuevo escenario multipolar encabezado por China. La llegada de Donald Trump al poder y su doctrina aislacionista y proteccionista de ‘America First’ (Estados Unidos primero) solo han acelerado esta transición. Estos cambios en el orden internacional exigen a su vez correcciones a la estrategia colombiana, al pasar del respice polum, a un respice orientalis, una mirada al Oriente, con particular fijación en desarrollar un nuevo tipo de relación de mutuo beneficio con China. ¿Cómo podría favorecer ese cambio de visión a nuestro país? Hay por lo menos tres grandes áreas que podríamos aprovechar. La primera es la del comercio de bienes. Este se ha incrementado en años recientes, al punto que hoy China es nuestro segundo socio comercial. Sin embargo, esta relación puede profundizarse y ser más sofisticada. Lo han conseguido Perú y Chile, que exportan 7,5 y 15,3 veces más al gigante asiático que nosotros; al tiempo que mantienen superávits comerciales con este. Colombia puede replicar ese logro si aprovecha mejor el incremento de la clase media en ese país. Este segmento de la población, que creció del 4 por ciento en 2002, al 31 por ciento en 2012, ansía consumir todo tipo de productos occidentales, incluyendo los que podamos ofrecer. El gobierno chino ha hecho su parte al promover el consumo doméstico de bienes importados. Entre las medidas se encuentra la organización de la primera Expo Internacional de Importaciones de China, realizado en Shanghái en noviembre de este año con el propósito de impulsar la entrada de productos extranjeros al mercado más grande del mundo. Este evento ha coincidido con una mayor apertura de su mercado, lo que el presidente Xi Jinping ha llamado una tendencia irreversible. Tareas pendientes La segunda área por aprovechar es la del turismo. Desde 2016, China es el mayor emisor de turistas del mundo. En 2017, 129 millones de ellos viajaron por el mundo. La cifra resulta significativa, pues supera al total de visitantes que recibió toda América Latina ese año. El turismo en cruceros también es alto, con un crecimiento anual del 70 por ciento entre 2013 y 2016. Y los chinos no solo viajan más, también gastan más, con un presupuesto promedio de 5.565 dólares por viajero, 4.000 más de lo que gasta un turista promedio en Colombia. Puede leer: Así se crece el "Silicon Valley" chino A pesar del atractivo de captar esa población, en 2017 solo 14.493 chinos llegaron a Colombia, 0,45 por ciento del total para ese año. Esto es menos de la mitad de los viajeros de esa nacionalidad que llegaron a Chile. Atraerlos requerirá de esfuerzos tanto del gobierno como del sector privado, incluyendo revisar las políticas de visado, excesivamente onerosas para los chinos, y mejorar el estado de la industria turística, por ejemplo, aumentar el uso de pagos móviles. Finalmente, Colombia podría atraer de China una mayor inversión de calidad y financiamiento para la infraestructura económica y social. Esta ha sido un área susceptible a las exageraciones y a los mitos, pero hay muchos casos exitosos en la región. Uno de ellos, Uruguay, gracias a la inversión de empresas de automóviles como Chery, Geely y Lifan, se ha convertido en el hub para el ensamble de vehículos eléctricos y la producción de sus partes y componentes de alto valor agregado para exportación. Colombia ya hace parte de esta dinámica de captar inversiones chinas: en el periodo 2003-2016, el país atrajo 2.000 millones de dólares. Pero esto solo representó un 2 por ciento del total invertido por China en la región, y se concentró en el sector minero energético. Las cifras de financiamiento muestran patrones similares. Colombia ha recibido apoyo financiero de entidades chinas para completar importantes obras para el desarrollo nacional, por ejemplo, los 175 millones de dólares para renovar el aeropuerto El Dorado, o los 470 millones de dólares para el proyecto 4G Autopista al Mar 2, pero las cifras palidecen al lado de las de nuestros vecinos. Esto no demuestra prudencia financiera; sino darles la espalda a oportunidades económicas atractivas y quedarse atrás en una región en mayor sintonía con las nuevas dinámicas internacionales. Suscribirse a la Iniciativa de la Franja y la Ruta sería un importante primer paso en ese sentido. Cuando Marco Fidel Suárez acuñó el respice polum, lo hizo desde una postura pragmática, al tomar en cuenta los intereses nacionales en un contexto de poderío estadounidense. Hoy nos encontramos en un nuevo escenario que una vez más requiere de la lucidez de grandes visionarios. De aprovecharlo, mirar al Oriente abrirá al país la vía a un siglo de desarrollo. *Docente e investigador del Observatorio de Ana´lisis de Sistemas Internacionales de la Universidad Externado de Colombia.