El puerto de Cartagena es un foco comercial muy importante que, como la mayoría de puertos en el mundo, se ve afectado por el comportamiento de los mercados a nivel global. Estos sufren a diario la tensión entre las dos grandes potencias, Estados Unidos y China. Durante más de una década, la nación norteamericana ha acusado a los asiáticos de incumplir sus obligaciones comerciales. Según la primera, los chinos no han bloqueado las importaciones estadounidenses oficialmente, pero sí lo hacen de manera informal con medidas regulatorias e instrucciones a las corporaciones de la república para no comprar ciertos productos made in America y manipulando la moneda. Cabe recordar que Donald Trump no propició esta crisis. El actual presidente de Estados Unidos solo impuso aranceles a los bienes orientales. El país asiático tiene una planta industrial demasiado grande para su consumo doméstico, así que debe exportar. Además, está enfrentando una competencia intensa de productores de bajo costo alrededor del mundo, incluyendo a Colombia. A medida que China fue perdiendo su cuota de mercado se volvió más agresiva en limitar el acceso a sus propios mercados. Desde el punto de vista norteamericano, el país presidido por Xi Jinping se convirtió en un desafío importante para sus intereses. Estados Unidos exporta tan solo el 12 por ciento de su PIB, y la mitad a los países del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En esta guerra comercial ambas naciones enfrentadas están incrementando tarifas, pero en la disputa el gigante asiático puede resultar más herido que su rival. En ese terreno quiere jugar Trump, su táctica invita a que el contrincante acepte firmar un acuerdo. China necesita un acceso al mercado estadounidense y debe tener tarifas menores para competir. No hay otra opción, debe abrir sus mercados más de lo que lo ha hecho en ocasiones pasadas. También puede leer: China se abre al mundo En este caso, es probable que cualquier inconveniente que esto le genere a Cartagena, sea corregido a corto plazo. Estas dos potencias no quieren generar una interrupción masiva del comercio. De hecho, incluso a corto plazo, el puerto caribeño está un tanto amortiguado por el hecho de que más del 50 por ciento de las importaciones estadounidenses desde el gigante asiático van directamente a Los Ángeles (Long Beach). Por supuesto, Cartagena tiene una ubicación privilegiada para el transporte de contenedores, muchos de ellos desde China, pero también maneja importaciones y exportaciones directas de estos dos poderosos rivales, lo cual mitigaría el efecto en el puerto. La tranquilidad radica en que China no puede soportar los aranceles estadounidenses, o una disminución de sus exportaciones a territorio norteamericano. Por su parte, Estados Unidos también necesita de los bienes de su competidor porque su cadena de suministro depende de ellos. Aunque los chinos tienen la mano más débil, los norteamericanos no se beneficiarían de una crisis duradera. Por ende, podemos esperar un acuerdo después de que cada parte se grite y jure que nunca capitulará y amenace al otro con provocar un desastre. Solo entonces habrá un acuerdo. Las mercancías se volverán a mover con nuevos precios y de pronto el puerto de Cartagena tendrá que reevaluar sus tarifas. Pero, incluso si esto no pasara, otros países ocuparán el lugar del gigante asiático en la venta al mayor importador del mundo: Estados Unidos. *Fundador y director del portal Geopoliti-calfutures.com