1. Una relación cambiante Los puertos se han asociado con el sector manufacturero desde la revolución industrial, pero esta relación se ha transformado con el paso del tiempo por cuenta de los cambios tecnológicos y económicos. Antes de la contenedorización (carga en contenedores), había una fuerte relación entre las zonas portuarias y las actividades industriales e indirectamente con formas más ligeras de manufactura. Algunas terminales eran espacios donde se mezclaba el comercio con el almacenaje y requerían de una gran cantidad de trabajo. Otras se centraban en el trasbordo de productos a granel y en actividades de la industria pesada en las costas. 2. Cuestión de costos La contenedorización y la globalización le dieron un giro al panorama de la manufactura al permitir una reducción en los costos de insumos, particularmente los relacionados con la mano de obra. Esto resultó paradójico porque los bajos costos en las economías emergentes se convirtieron en una alternativa adecuada a la imparable mecanización de clústeres manufactureros existentes en el mundo desarrollado. De esa manera la mano de obra no fue sustituida por maquinaria y equipos, simplemente fue reemplazada por una más barata, lo que creó una divergencia en la manufactura. Mientras las actividades de fabricación intentaron minimizar los costos de insumos a través de la subcontratación y la deslocalización, el transporte más eficiente apoyó los crecientes flujos de piezas y bienes que recorrían largas distancias. Este fue un proceso disruptivo para la manufactura en todo el mundo. Sobre todo por el cierre de fábricas en las naciones más poderosas. Muchos países en vías de desarrollo, especialmente en el este de Asia, comenzaron a impulsar su sector manufacturero y esto generó un impacto en la relación de los puertos y esta actividad. De un lado, las terminales de las economías emergentes se convirtieron en la cabeza de los clústeres de fábricas orientadas a la exportación. Del otro, los puertos de las economías consolidadas se hicieron más comerciales y se centraron en la distribución de bienes importados, en medio de un paisaje manufacturero vacío. 3. Si la máquina puede hacerlo… A comienzos del siglo XXI, cuando la contenedorización y la globalización llegaron a su fase de madurez, la cuarta revolución industrial empezó su despliegue. Esta se basa en la automatización y robotización de los sistemas manufactureros ciberfísicos. Esto quiere decir que la tecnología de la información se integra con los procesos y bienes de las fábricas, y la robotización permite que las máquinas puedan realizar labores más complejas mientras se adaptan a una redefinición (reprogramación) de sus tareas. Estas implican más que labores simples y repetitivas, trabajos calificados y rutinarios. El rendimiento de las máquinas, en muchos sectores de fabricación, se ha vuelto tan común como el trabajo humano. Que una ocupación pueda ser automatizada dependerá, generalmente, de tres factores de la experiencia humana: la percepción y la manipulación, la inteligencia creativa y la inteligencia social. Estas son tareas complejas y difíciles de automatizar, por tanto, si las labores tienen una dependencia alta de alguno de los factores nombrados, difícilmente las máquinas podrán llevarlas a cabo. Por su parte, los empleos en manufactura, transporte y logística están dentro de los grupos ocupacionales con mayor probabilidad de ser reemplazados porque cumplen tareas repetitivas. Varias encuestas y estimaciones afirman que el 80 por ciento de todos los trabajos relacionados con manufactura y logística podrán automatizarse en las décadas que vienen. Esto ha creado mucha incertidumbre. 4. Fabricando al revés La importancia de los costos de los insumos se reequilibra porque la mano de obra es casi omnipresente en el paisaje manufacturero emergente de la cuarta revolución industrial. Aunque muchas actividades de este sector no están atraídas por los bajos costos de mano de obra, deben considerar una lógica diferente. Lo que se refiere a un mayor nivel de flexibilidad en términos de ubicación, procesos, escala y alcance de los resultados, y la personalización de los productos. Por lo tanto, el foco se va hacia las cadenas de valor globales, que reúnen recursos, los transforman en partes y productos, distribuyen las piezas finalizadas a los mercados y por último consiguen que estos recursos sean habilitados nuevamente a través de varias estrategias de reciclaje y reutilización. La administración y gestión de manufactura y cadena de suministro se integran de manera estrecha hasta el punto en que no se diferencian; por ende, la fabricación está al revés. 5. Volátil paisaje de fabricación Como varios aspectos de los procesos de manufactura tienen cierta independencia de los costos de los insumos básicos, el valor de esta actividad depende más de cómo una locación puede dar acceso a una amplia gama de proveedores y clientes. Algunas áreas con acceso a sistemas de distribución global y regional tienen una ventaja importante. Las fábricas, en la cuarta revolución industrial, son más dependientes de las capacidades logísticas y de flexibilidad que confieren. Porque la logística está relacionada con el transporte, las áreas cercanas a las instalaciones de las terminales como puertos, aeropuertos y patios ferroviarios ofrecen una apuesta atractiva. Particularmente los puertos, por medio de su conectividad con los mercados globales, la materia prima y diversas herramientas pueden maximizar las oportunidades de manufactura. Por eso, ellos son los lugares más estables en un contexto donde los costos de insumos y las estrategias de abastecimiento podrían ser cambiantes. Entre mayor conectividad ofrezca un puerto, mayor será su valor en el paisaje manufacturero emergente. El puerto es más que un recurso de infraestructura nacional, es una herramienta para multiplicar las oportunidades de manufactura y logística. *Profesor del departamento de Estudios Globales y Geografía de Hofstra University, Nueva York.