Colombia cuenta con tres estribaciones de la cordillera de los Andes y una de las mayores riquezas hídricas del mundo. Por eso es un país con alto potencial para la generación de energía hidroeléctrica. Esta se considera ‘energía limpia’, pues contribuye de manera importante a consolidar sistemas energéticos con bajas emisiones de carbono, en línea con las metas de los acuerdos ambientales multilaterales, y en particular con el Acuerdo de París, la Agenda 2030 y sus Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).Estas características naturales nos brindan grandes oportunidades, pero también constituyen un gran reto si tenemos en cuenta que el desarrollo hidroeléctrico nacional se ha concentrado en la cuenca del río Magdalena. Ella provee agua para 30 millones de colombianos, acoge el 75 por ciento de la población, produce el 70 por ciento de los alimentos, genera el 80 por ciento del PIB, y tiene el 70 por ciento de la capacidad hidroeléctrica instalada. Pero cabe recordar que la cuenca conserva solo el 30 por ciento de sus ecosistemas naturales y el 25 por ciento de sus bosques. Por eso, al abordar el desarrollo hidroeléctrico, es fundamental considerar sus impactos sobre el medioambiente y las poblaciones que dependen de su riqueza hídrica.Los proyectos de generación de energía hidroeléctrica fragmentan los ríos, modifican el flujo del agua, los sedimentos y los nutrientes. Los diques de estas represas actúan como barreras para la migración y la reproducción de los peces, y afectan la biodiversidad y el recurso pesquero.Así mismo, las áreas inundadas de los proyectos o embalses transforman kilómetros de ríos en lagos, y borran para siempre esos ecosistemas. Además, con la huella de inundación también se pierden tierras agrícolas y otras áreas productivas y de valor social o cultural. De otro lado, los embalses constituyen grandes estanques de almacenamiento de agua que modifican los patrones de flujo y atrapan los nutrientes y los sedimentos que llevan las corrientes, por lo que impiden que sigan su curso para alimentar al río y sus especies, las áreas de siembra y las ciénagas aguas abajo.La situación se vuelve más crítica cuando consideramos los impactos acumulados de los proyectos de generación hidroeléctrica, localizados en una misma cuenca, que al sumarle otras actividades pueden impactar drásticamente al medioambiente.Estudiar el impactoEntender en forma limitada los impactos sociales y ambientales durante la planeación y el diseño de los proyectos hidroeléctricos genera, en muchos casos, dificultades al evaluar su viabilidad. Esto pue de traer retrasos y sobrecostos importantes en las fases de construcción y desarrollo.Esto motivó a que The Nature Conservancy, con el apoyo de la Fundación Mario Santo Domingo y otras entidades, desarrollara herramientas de análisis basadas en la ciencia para la cuenca del Magdalena, las cuales demuestran que es posible conciliar los objetivos de conservación y de generación eléctrica.Estas herramientas proporcionan información útil acerca de las futuras opciones de ejecución y administración de los proyectos en una cuenca. Con ellas se pueden estudiar en detalle los posibles impactos positivos o negativos de estas intervenciones, y con ese conocimiento se pueden evitar retrasos, sobrecostos y minimizar los riesgos de inversión.Por eso es tan importante tener un marco de planeación temprana en el sector hidroeléctrico. Esta planeación debe incluir criterios de sostenibilidad ambiental, social y económica, para visualizar los riesgos e impactos potenciales de las obras por realizar en la cuenca. Además, debe tener en cuenta los lineamientos de expansión que genera anualmente la Unidad de Planeación Minero Energética (UPME), sin dejar de lado la posibilidad de expansión de la energía solar y eólica como alternativas complementarias. Se trata, al final, de garantizar la sostenibilidad del sistema energético y la conservación de nuestro capital natural.*Directora de The Nature Conservancy para Colombia y Ecuador.