Que corra el agua en nuestras casas con tan solo abrir el grifo muestra la utopía de la civilización que soñaron nuestros antepasados y que hoy estamos viviendo. Gracias a este aparataje urbano podemos recibir agua potable que viene desde las altas montañas, que ha viajado por ríos, embalses, plantas de potabilización, túneles, redes y tuberías. Y al mismo tiempo nos recuerda la desconexión que tenemos los citadinos con muchos procesos ecológicos, que queda en evidencia con nuestro consumo desmesurado del agua, y en el uso que les damos a los ríos y los humedales, que usamos como cloacas.Según el Tribunal Americano del Agua, América Latina dispone del 33 por ciento de los recursos hídricos renovables del mundo, pero Colombia, que hacía parte de los 10 países con mayores recursos hídricos, ahora se ubica por debajo del puesto 20. Esto se debe al difícil acceso que tiene nuestra población a este líquido, a su bajo saneamiento y a la deficiente gestión en cuanto a la extracción desregulada, el desperdicio y al tratamiento de aguas residuales.Es cierto que Colombia es un país privilegiado por contar con estas reservas hídricas, pero también que en estos tiempos de cambio climático deberíamos repensar muy bien el uso que hacemos de ellas, especialmente en las ciudades. Debemos defenderlas por el bienestar de todos.De acuerdo con el Departamento Nacional de Planeación y el Banco Mundial, se estima que para 2050 los habitantes urbanos serán el 85 por ciento del país, una cifra preocupante para los modelos de abastecimiento y de relación de los ciclos hidrológicos. Son las ciudades y sus ciudadanos los que ejercen una demanda sin precedentes de los ecosistemas, con el agravante de que la expansión urbana no se detiene y que el consumo del líquido es desaforado. Por eso se hace obligatoria una transformación, desde la planeación de las ciudades hasta las acciones individuales.Si pensamos en cualquier ciudad colombiana, veremos que hay una relación tácita y cotidiana con el agua. Las condiciones del agua urbana han sido sujeto de proyectos utópicos, de los cuales pocos han sido llevados a la realidad. Algunos ejemplos: proyecto río Bogotá, río Aburrá, Corredores verdes y lineales y Jardines de Lluvia, entre otros.¿Cómo asegurar la equidad y sostenibilidad del uso del agua en medio de la urbanización y la globalización? Una de las grandes preocupaciones actuales es el rápido crecimiento de las ciudades intermedias, su expansión no asegura la sostenibilidad del territorio y mucho menos el abastecimiento del ciclo hidrológico.Nuestras ciudades están inmersas en un estrés hídrico debido al cambio ambiental global. Ya hemos visto megaciudades batallando por la protección del uso de gota a gota, como el reciente episodio del Día Cero en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), y otros similares en Sao Paulo, Lima, Ciudad de México, El Salvador, por mencionar algunos casos.Por eso es innegociable ejercer acciones inmediatas para la gestión del agua urbana, como:1. Reconocer y ampliar las áreas protegidas con funciones hídricas en regiones urbanas.2. Incentivar los sistemas de drenaje sostenible asociados con la infraestructura verde y azul, captación de agua en edificios, jardines verticales y jardines de lluvia.3. Promover la justicia ambiental a través del acceso y apropiación social de los espacios del agua.4. Reflexionar sobre el costo del agua para diferenciar el mínimo vital y desincentivar el uso en piscinas privadas, el riego de prados o jardines muy demandantes de agua.5. Equidad y sostenibilidad requieren de una nueva relación entre lo público y lo privado.La principal evidencia de estas reflexiones se reflejará en nuestra interacción con el agua cercana, en cómo usamos los ríos urbanos como cloacas, como buitrones acompañados de vías, redes de energía, transporte y gas, pero que reclaman ser espacios renaturalizados, biodiversos, acompañados de gente pescando, divirtiéndose y protegiéndolos.*Docente investigadora de la Universidad del Externado de Colombia y EAFIT. Profesor de la Universidad de los Andes.