La imagen de devastación ocasionada por la avalancha ocurrida en Salgar (en el suroeste de Antioquia) en mayo de 2015, hoy ha dado paso a la esperanza. Dos años después, los más de 300 hogares afectados ya tienen un techo nuevo para seguir cumpliendo sus sueños. La reconstrucción de este municipio, aterrorizado por la furia de la quebrada La Liborina, es un ejemplo para el país.Desde que se conoció la tragedia, el Ministerio de Vivienda se encargó del proceso de recuperación de Salgar. No pasaron muchos días para que se trazara la meta de entregarles un nuevo hogar a los afectados, lo que implicó una inversión de aproximadamente 35.000 millones de pesos. Del total de casas edificadas, 278 fueron entregadas por el Gobierno Nacional y 30 por un grupo de empresas privadas.La entrega de las nuevas viviendas fue tan veloz como la llegada de la avalancha esa noche fatídica. Apenas un año después, los primeros beneficiados empezaron a recibir las unidades habitacionales, que se distribuyeron en dos proyectos: uno urbano y otro rural. Así lo resalta Emel Cuervo, alcalde de Salgar, quien cuenta que todas las familias tienen las escrituras que los acreditan como únicos dueños de las casas. Además recibieron apoyo para dotarlas.Al entrar al pueblo puede verse la urbanización La Florida con varios bloques residenciales compuestos por 186 viviendas. A un kilómetro de la cabecera municipal, en el barrio La Habana, hay otras 42; ambos conjuntos forman parte del proyecto urbano. En la zona rural, en el corregimiento Las Margaritas, se construyeron 50 casas más, que tienen la particularidad de que conservan la estructura de las casas tradicionales cafeteras de la región. Allí mismo se erigieron las 30 viviendas donadas por el sector privado. Todas forman una sintonía de colores –hay casas rojas, naranjas, amarillas, verdes– y son el símbolo de la ilusión que se edificó a escasos metros, pero lo suficientemente lejos, de la quebrada que en 2015 destruyó parte de sus vidas.En una de aquellas casas viven hace un año y medio Natalia Rincón, su esposo y su hijo. Ella asegura que siempre estará agradecida con la nueva oportunidad que le dio la vida. Para Natalia, que perdió a 16 seres queridos en la avalancha, el calor de su nuevo hogar es un aliciente para seguir adelante. “Pese a todo el dolor que se siente, estamos felices y consideramos que la reconstrucción fue muy rápida. Además, nos dieron más de lo que teníamos antes de la tragedia”, expresa la mujer.Lo mismo piensa Yuliet Arango, hoy dueña de una vivienda ubicada en la urbanización La Habana. Allí empezó una nueva vida lejos de la posibilidad de que los bríos de la quebrada causen estragos otra vez. Sin embargo, las fuertes lluvias aún le generan miedo y reviven los recuerdos de aquel 18 de mayo, cuando ella y su familia se salvaron de milagro porque escucharon los gritos de un vecino y salieron a tiempo de la casa, en medio de la noche, minutos antes de que la avalancha la sepultara.Para Natalia y Yuliet, así como para otros habitantes de Salgar, después del dolor vino la incredulidad. No veían posibilidades de que les entregaran una vivienda en los tiempos prometidos. La rapidez de la reconstrucción del pueblo los tomó por sorpresa.El mandatario local explicó las razones del exitoso proceso: la articulación de instituciones del orden municipal, departamental y nacional y el seguimiento constante al cronograma de la reconstrucción. A esto se suma que los recursos se invirtieron en varios frentes: las viviendas, el acompañamiento psicosocial para las víctimas y la construcción y el mejoramiento de otras obras del pueblo, como puentes vehiculares y peatonales, vías, el parque principal y un coliseo.Esto permitió que los salgareños se sintieran más arraigados al pueblo. Así lo hizo Fabio Moncada, quien pudo retomar su vida junto a su padre y sus tres hijos, luego de que la quebrada se llevara a los animales que representaban su sustento. Sentado en el corredor, en una de las viviendas de La Margarita, Fabio se siente feliz de respirar aire puro y de formar parte de una comunidad que aunque compartió la misma tragedia, hoy está unida por la esperanza.