Para los payaneses no es difícil saber cuándo hay cosecha de chontaduro: las calles de la ciudad se pintan con los matices rojos, amarillos, verdes y naranjas de este fruto, que llega a sus manos gracias al esfuerzo cotidiano de cientos de habitantes de El Tambo, y al liderazgo de personas como Denio Ordóñez, representante legal de Apach, la Asociación de Productores Agropecuarios de Cacao y Chontaduro de este municipio caucano. “Yo digo que es probable que el chontaduro sea más rentable que la coca. Y si llegáramos a posicionar su harina, sería una berraquera”, afirma Denio mientras recorre la finca de su socio y vecino, José Arnefer López, ubicada en el corregimiento de Cuatro Esquinas. Y está en lo cierto. De acuerdo con la última evaluación agropecuaria publicada por el Ministerio de Agricultura, El Tambo es el municipio del país con mayor cantidad de hectáreas dedicadas a este cultivo (sumaban 3.377 en 2017), seguido por Buenaventura, en el Valle del Cauca (2.658 hectáreas). Pero también es una de las diez poblaciones con mayor cantidad de cultivos de coca en Colombia, según el informe presentado en 2018 por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc). El Tambo, junto con otros nueve municipios, congregan el 44 por ciento de estas plantaciones en la Nación. Denio no quiere formar parte de ese porcentaje, su esperanza siempre ha estado puesta en otros productos. Y hoy, con la firma de los acuerdos de paz y la implementación del Programa Nacional Integral de Sustitución de Cultivos de Uso Ilícito (Pnis), es el mejor momento para creer en esa diversificación. En 2009, junto con otras 160 familias de la región formaron la asociación que él abandera y empezaron a sembrar cacao. Tristemente, cuatro años más tarde este cultivo enfrentó algunas dificultades y varios socios se retiraron. Los 96 que persistieron decidieron priorizar el chontaduro, que tiene una gran tradición agrícola en el corregimiento de Cuatro Esquinas; tanto, que ha llegado a aportar 14.000 toneladas anuales a la producción nacional.

Foto: Amalfi Guata Campo lleva más de 26 años dedicada a la sericultura, actividad que surgió en el Cauca hacia 1989. El crecimiento de Apach no ha sido fácil. Además de los procesos administrativos propios de una organización legalmente constituida, desde hace dos años los cultivadores de chontaduro de El Tambo han tenido que enfrentar al picudo negro, un insecto que se alimenta de las palmas y las debilita hasta marchitarlas. Buena harina Ante la presencia de esta plaga, que según cuenta Denio redujo la producción un 50 por ciento, él y los demás socios propusieron a diferentes instituciones del orden departamental y nacional la creación de la Mesa Interinstitucional Caucana del Chontaduro, que se realizó por primera vez en mayo de 2019. Por medio de esta, se planteó la necesidad de declarar la emergencia fitosanitaria por parte del ICA, y de fortalecer la cadena de este fruto para ayudar a que la asociación y todos los productores del país tengan más oportunidades de consolidar sus economías. Una de las maneras de lograrlo es a través de la comercialización de los derivados del chontaduro. Convertirlo en harina ha sido una de las soluciones de Apach. Esta tiene muchos usos en el mercado, se utiliza para la elaboración de coladas, salsas o incluso en repostería. Denio cree que las familias de Cuatro Esquinas que se dedican a sembrar chontaduro podrían vivir cómodamente con la venta de esta materia prima y la de su harina; así se les daría un portazo definitivo a los cultivos ilícitos. Incluso va más allá, y propone incursionar en el mercado de los snacks y alimentos energéticos con su propia marca: ChontaPaz. Pero los líderes no están solos. Diversas entidades estatales los han apoyado. Diferentes secretarías de la Gobernación del Cauca son responsables de la comunicación, la protección y la gestión de este tipo de proyectos. Desde febrero de 2018 Apach recibe el acompañamiento del programa Territorios de Oportunidad, de Usaid. Este trabajo se realiza con la Alcaldía de El Tambo, el Sena y otros socios privados. También se ha impulsado un proyecto turístico liderado por la Asociación Integral de Turismo, Desarrollo Rural y Cultural del Municipio de El Tambo (Asoturt). Esta promueve el agroturismo y cuenta con 25 socios, entre ellos Apach. Sus paquetes para viajeros incluyen parapentismo, cañonismo, ciclomontañismo, avistamiento de aves, una ruta de la seda, e incluso una visita al lugar donde se desarrolló la batalla de La Cuchilla, en la que se enfrentaron las tropas independentistas de la Nueva Granada y el ejército de la Corona española. Lo más importante, como concluye Denio, es que todas las acciones que se están llevando a cabo, tengan continuidad y así él, su familia, y los habitantes de la región, puedan llevar una vida digna. “¿Sabe qué necesitamos? –pregunta, hace una pausa y se responde él mismo– que no nos dejen solos”. Tejedoras de vida A menos de una hora de Cuatro Esquinas, en la vereda La Muyunga, corregimiento de Piagua, vive Amalfi Guata Campo, quien lleva más de 26 años dedicada a la sericultura, actividad que surgió en el Cauca hacia 1989. Después de que fracasara la cría del gusano de seda por falta de control fitosanitario, la mayoría de los productores abandonaron el proyecto. Pero Amalfi decidió que ese era el oficio al que dedicaría su vida, así que continuó vinculada, aprendiendo todo sobre la cadena de la seda: desde el cultivo de la morera, pasando por la cría y la tejeduría, hasta el último paso, la tintorería. Cuando se dio cuenta de que era la única dedicada a esta labor, inició su actividad de liderazgo. Caminaba hasta la escuela que está a 200 metros de su casa, les contaba a los estudiantes sobre la sericultura y se ofrecía para enseñarles sin cobrar un solo peso. Sus estudiantes, en su mayoría mujeres, “iban y venían”, dándole la satisfacción de estar construyendo el legado de la seda en su comunidad. Hoy, 14 mujeres y tres hombres trabajan con Amalfi, incluyendo a su hijo de 23 años. A todos los trata como si fueran parte de su familia, una familia que bajo el nombre de AgroArte ha logrado abrirse espacio en ciudades de Colombia y en Barcelona. Además, se ha formado un taller de creación para que nuevos diseñadores integren estos materiales y técnicas en sus productos. Hace tres años Amalfi logró avanzar en la semiindustrialización de la seda, y lo hace con su propia empresa, Tambo Vida Seda Orgánica S.A.S., que pudo crear gracias al apoyo del programa SER del Sena y a la financiación provista por el Fondo Emprender. Esfuerzos productivos, como los de Amalfi y Denio se enmarcan en el Programa Territorios de Oportunidad, una iniciaitva que apoya a líderes, lideresas y defensores de derechos humanos que entregan su tiempo y conocimiento para escribir una nueva versión de este país. *Periodista.