Ser lideresa o líder LGBTI en los municipios, corregimientos y veredas de Colombia es sinónimo de atreverse a visibilizar en el espacio público una orientación sexual, identidad o expresión de género diversa. Se trata de un acto reivindicatorio en lo público, donde se reclama un espacio históricamente negado y que constituye una forma de liderar la agenda de diversidad sexual y de género en estos territorios. Son personas que no movilizan únicamente estas agendas, también hacen aportes en temas transversales para toda su comunidad, como lo son la salud, la convivencia y la cultura, entre muchos otros. El liderazgo LGBTI no es una especie de gueto. Desde este trabajo comunitario se contribuye a construir una mejor sociedad. Infortunadamente, quienes ejercen este liderazgo han enfrentado los mismos riesgos asociados a la presencia de grupos armados ilegales y bandas criminales que afectan a otros defensores de derechos humanos, además de la discriminación proveniente de la misma fuerza pública, el Estado y la sociedad civil. También le puede interesar: “Que no les suceda jamás a las generaciones más jóvenes” Si bien es cierto que después de la firma del acuerdo de paz en algunos territorios desaparecieron estas amenazas, en muchos otros se han mantenido o han aparecido nuevos ataques como consecuencia de la llegada de otros actores armados; basta con recordar lo ocurrido en el Bajo Cauca antioqueño y el sur de Córdoba, donde han asesinado a más de diez personas LGBTI en el último año. Lea también: “La impunidad es complacencia”, Nadia Murad, nobel de la Paz A pesar de ello, el liderazgo LGBTI ha pasado de soportar las presiones moralizantes del conflicto a abrirse camino en la construcción de la paz. Es así como desde distintas experiencias territoriales (como la participación en Planeta Paz, ONG que involucra a diferentes sectores populares en la búsqueda de soluciones al conflicto en Colombia; la creación de la Plataforma LGBTI Por la Paz, que articula a organizaciones y defensores que trabajan por los derechos de esta población a nivel nacional, y los procesos de reparación colectiva que se adelantan en la comuna 8 de Medellín y en San Rafael, Antioquia), las personas LGBTI se han ratificado como constructoras de escenarios de posconflicto. Esto ha sido posible a través del ejercicio de liderazgos sociales -al lado de las mujeres, de los indígenas, afros sindicalistas y de los defensores de derechos humanos-, a veces visibles, a veces invisibles, en una voz que hoy reclama que la paz debe ser sinónimo de igualdad. Desde Caribe Afirmativo, una organización dedicada a la defensa de los derechos de las personas LGBTI, con una perspectiva de trabajo comunitario y enfoque territorial, este esfuerzo se ha concentrado en los procesos adelantados en las Casas de Paz ubicadas en Maicao, Ciénaga, Soledad, El Carmen y Montelíbano. Todos estos fueron lugares golpeados por la violencia y marcados por la inequidad, la pobreza, el racismo y la falta de oportunidades, así como por expresiones naturalizadas de exclusión a las personas LGBTI. Hoy, en cambio, son sede de expresiones de resistencia y resiliencia de quienes se negaron a abandonar sus territorios y a ocultar su orientación sexual, identidad o expresión de género. También le puede interesar: Así funciona la atención psicosocial a las víctimas del conflicto en Colombia Tras la sigla que identifica a esta comunidad se trabaja fuertemente por reconstruir la memoria del conflicto, se reclama una verdad que reconozca las violencias contra sus miembros y se promueve el acceso a la justicia. *Director de Caribe Afirmativo