En los años setenta Colombia dio un paso importante en la consolidación de un comercio masivo. Desde esa época, y poco a poco, las ciudades principales empezaron a levantar infraestructuras que reunían las mejores marcas y prometían otro tipo de experiencias a la hora de comprar. En un solo lugar había comida, comercio, entretenimiento y ocio. Los centros comerciales se convirtieron en el lugar donde los colombianos pasaban tiempo en familia, con la pareja o solos. Primero San Diego en Medellín, luego Unicentro en Bogotá, en 1976, y posteriormente espacios como Oviedo, Plaza de las Américas, Sancancio, El Tesoro, Atlantis y Mayorca, entre muchos otros. Pasaron los años y estos se convirtieron en íconos, en lugares que generaban recuerdos. Escenarios tradicionales. Reunimos a los gerentes de algunos de los centros comerciales más emblemáticos del país, que han logrado mantener un estatus simbólico, pero también un espíritu de innovación que los ha posicionado aún hoy –después de más de 15 años de inaugurados– como referentes en el territorio nacional. ¿Cómo lo hicieron? Expandiendo su infraestructura, creando espacios de entretenimiento –más allá de lo comercial–, buscando operar con el menor impacto posible al medioambiente. La clave estuvo en reinventarse. Ellos son la historia y el futuro de una industria que genera billones de pesos en ventas anualmente y cientos de empleos. Lea también: La nueva generación de centros comerciales