"Buenas tardes. Bienvenidos a nuestro círculo”, saludan en coro 15 niños, la mayoría venezolanos, de entre 7 y 12 años. Muchos llegaron a Colombia hace algunos meses, luego de que sus familias atravesaran la frontera. Algunos llevan dos o más años sin asistir a un colegio. Los niños colombianos, entre uno y dos años, sin ir a clases por diversos motivos. Un puente, un camino Según las cifras de Migración Colombia, desde 2015 han llegado al país cerca de 400.000 niños venezolanos en edad escolar y, de acuerdo con datos del Ministerio de Educación, cerca de la mitad ya están matriculados en colegios públicos. Sin embargo, se estima que alrededor de 200.000 siguen fuera de la escuela. Teniendo en cuenta ese panorama, a inicios de 2019 expertos en educación buscaron alternativas para aliviar la presión del sistema educativo por la demanda masiva de cupos escolares. El objetivo de la búsqueda era fortalecer las instituciones para que garantizaran el derecho a la educación, pero, además, que lo hicieran entendiendo las necesidades y contextos de los niños y sus familias. “Buscábamos una respuesta que no fuera netamente humanitaria, sino algo más estructural”, dice Andrés Aragón, voluntario de educación de Unicef. Después de consultar bibliografías y pedagogías, la Secretaría de Educación de Bogotá y Unicef aplicaron el modelo educativo flexible Círculos de Aprendizaje. Este fue diseñado en 2001 por la Fundación Escuela Nueva para restablecer el servicio educativo a los niños desplazados por el conflicto armado. El modelo permite que los niños aprendan los mismos componentes del sistema educativo tradicional –como si estuvieran estudiando formalmente en un colegio– y fortalece sus habilidades socioemocionales. Lo anterior mientras pueden pasar al colegio oficial. Lea también: Los derechos de la infancia en el contexto de la migración Unicef abrió 1.200 cupos en Bogotá, Barranquilla, La Guajira, Cúcuta y Arauca. Estos círculos, donde hay entre 15 y 20 niños de Venezuela y Colombia, se ubican en espacios fuera de los colegios facilitados por la comunidad y hacen parte de algún colegio oficial que los apadrina. Los rectores de las instituciones padrinas reportan los niños a las secretarías como sus estudiantes y permiten el uso de uniformes, entre otros. Además, los niños tienen asegurado un cupo en el colegio luego de pasar por los círculos. El modelo teje un puente entre el Estado y las familias más vulnerables de la sociedad. Rodear el Círculo En Bogotá hay 300 niños, niñas y adolescentes que estudian en los Círculos de Aprendizaje. Uno de ellos es el de Santa Bárbara centro, cerca de la Casa de Nariño.Las clases se desarrollan todas las tardes –menos los fines de semana y festivos– en un salón pequeño. Hay cinco mesas de plástico con sillas alrededor. Los niños están divididos por su nivel educativo: los que leen y escriben, los que no, los que saben sumar y restar, los que no, los que están en un punto medio. “El trabajo académico, el socioafectivo y el que involucra la parte cultural se realiza de manera individual y colectiva. Trabajamos en equipo para que ellos se adapten a un nuevo modelo, a un nuevo país”, dice Yinaubry Jiménez, profesora del círculo de Santa Bárbara. Y para lograr lo anterior las paredes del salón son un elemento esencial o, bueno, lo que cuelgan en ellas. Hay una cartelera donde los niños intercambian cartas (correo de la amistad), otra donde está el comité de gobierno (convivencia y aseo) y otra con valores (amor, bondad, tolerancia); también hay un buzón de sugerencias, y un pendón con varios dibujos de los niños, en ellos se ven unas montañas, una pizza con gafas, una familia con Luchis, Érika, Josefina, primo, papá, abuela, Ewien, María... Al fondo del salón, en una esquina, están todos los libros de estudio y de literatura, igualmente hay sombreros, fichas de colores, juegos de mesa, panderetas y ábacos. “Nuestra prioridad es crear entornos protectores, comprensivos y de calidad que les permitan a todos los niños hacer efectivo su derecho a la educación: primero a través de un círculo y luego en un colegio oficial. Los círculos son un paso para contrarrestar, desde una mirada integral, las vulneraciones a los derechos a las que están expuestas las familias migrantes. Ese es el gran reto”, concluye Ana María Rodríguez, especialista en educación de Unicef.