Confieso que estaba escéptico cuando leí por primera vez las noticias que anunciaban un gran cambio en Medellín. Pensaba que era otro encubrimiento de la realidad. Durante muchos años me concentré en la guerra y su impacto en la población civil. En 2010 participé en una investigación sobre desplazamiento forzado y otras atrocidades cometidas por grupos criminales en Medellín, que en varios casos trabajaron de la mano con la Policía.Pero después de caminar por las calles de la ciudad por varios meses, documentando los proyectos en transporte público, deportes y cultura, concluí que en Medellín sí se había llevado a cabo un gran proyecto de inclusión social. Las bases de esta transformación se encuentran en los barrios. Por lo que he observado, la clave de las políticas ciudadanas de Medellín ya subyace en varias administraciones municipales, empezando por la de Alonso Salazar, quien confió y apoyó a las organizaciones comunitarias con experiencia de años y que gozaban de credibilidad en las calles.
Niñas en el Centro Cultural Casa Gardeliana esperan su turno para bailar tango.Algunos ejemplos son: Barrio Comparsa en el barrio Prado Centro, que desde 1990 ha organizado desfiles y carnavales que ayudan a eliminar las fronteras invisibles que las pandillas impusieron. Teatro Matacandelas, que nunca cerró sus puertas a pesar de las bombas de Pablo Escobar. Corporación Casa Mía, fundada en 1994 por un grupo de jóvenes que vivía en medio del fuego cruzado y hoy continúa trabajando por sus barrios. Y la Fundación Ratón de Biblioteca, que creó un espacio seguro para hablar y leer.
Bar El Guanábano en el clásico Parque del Periodista en pleno centro de Medellín.Por supuesto, Medellín ha llevado a cabo un plan estratégico épico de transporte y obras públicas diseñados para reducir la exclusión social. Con excepción de la Biblioteca España, que resultó un fracaso total, los parques biblioteca son una forma brillante de usar la arquitectura para crear zonas seguras y centros de aprendizaje. La Biblioteca Belén; creada por el japonés Hiroshi Naito, el Orquideorama, por Felipe Mesa y Alejandro Bernal; y el Centro Cultural Moravia, de Rogelio Salmona, son en mi opinión, obras arquitectónicas maestras con una función social muy importante.
Vendedores ambulantes cerca de la estación de Metrocable Santo Domingo Savio. El sistema de transporte ha activado el comercio del sector. Al mismo tiempo, creo que no debemos ser ingenuos al pensar que todos los aspectos de criminalidad y mafia que penetran el Estado están resueltos. La disminución de homicidios en años recientes se debe, en parte, a un pacto de no agresión entre dos de los grupos criminales más poderosos de la ciudad: La Oficina y los Urabeños. Si este pacto se disolviera, Medellín podría volver a sufrir un incremento en la violencia. Y a medida que estas mafias promueven el consumo de cocaína y bazuco, muchos adictos en las calles incrementarán una crisis de salud pública y social que todavía no ha sido abordada por la ciudad. Claramente, aún hay mucho por hacer.*Fotógrafo y periodista.