Las modificaciones al sistema de regalías impactaron a las regiones productoras que vieron disminuidos sus ingresos de manera significativa. Esto obligó a los gobiernos departamentales a buscar nuevas alternativas para financiar los presupuestos públicos y a ser mucho más eficientes a la hora de gestionar recursos. Debían hacer lo mismo con mucho menos. La caída del petróleo en 2014 redujo todavía más los ingresos y se tradujo en una menor oferta laboral en materia de explotación de hidrocarburos. Menos trabajo, menos dinero y más retos que afrontar, como explica Camilo Díaz, economista, columnista de la revista Dinero y profesor universitario. Antes de que entrara en vigencia la Ley 1530 de mayo de 2012, que regula el Sistema General de Regalías (SGR), el departamento del Meta recibía miles de millones de pesos en regalías. Y no era una sorpresa. El Meta representa el 50,16 por ciento de la producción nacional de petróleo y el 66,10 por ciento a nivel regional, según las cifras de la Agencia Nacional de Hidrocarburos (ANH) a mayo de 2019. En los periodos 2012-2015 y 2016-2019, la región pasó de recibir 1.907.375 millones de pesos en asignaciones directas a 968.146 millones; los recursos del Fondo de Desarrollo Regional también disminuyeron de 58.896 millones a 41.476 millones; el Fondo de Compensación Nacional aumentó de los 56.640 millones a 93.586 millones; el Fondo de Ciencia y Tecnología dejó de recibir 64.194 millones para contar ahora con 58.335 millones. Además se creó el Fondo de Desarrollo Regional (FDR) para la Paz con 6.100 millones de pesos de presupuesto, según cifras de la Secretaría Técnica del Ocad departamental. Estas cifras son el reflejo de la nueva asignación de regalías para el Meta que pasó de recibir el 64,12 por ciento de estas al 35,88 por ciento sobre lo producido. El economista Raúl Ávila Forero advierte que en el momento en que se dio la reforma a la ley de regalías no solo hubo un cambio respecto al dinero que entraba en la región. El impacto negativo en la asignación de proyectos de presupuesto y el malestar en el ambiente de las comunidades fue muy grande. María Consuelo Rodríguez, secretaria de Hacienda del departamento, cuenta que para ese momento los lineamientos de la gobernadora Marcela Amaya indicaban que era necesario librarse de la dependencia de las regalías y encontrar oportunidades en donde otros solo veían problemas. Así, por ejemplo, la Gobernación del Meta comenzó a gestionar que el Fondo Nacional de Pensiones de las Entidades Territoriales (Fonpet) asumiera el pago de la nómina de pensionados del departamento. Aproximadamente 110.000 millones de pesos comenzaron a ahorrarse y pudieron apalancar inversiones. Adicionalmente se inició la tarea de buscar recursos en liquidación de convenios para lograr más ingresos. “Queda mucho por hacer pero logramos encontrar recursos alejados de las regalías. Por ejemplo, los convenios solidarios, que involucraron a toda la comunidad y empezaron con la vinculación de las Juntas de Acción Comunal (JAC)”, afirma la secretaria de Hacienda. Y es que una de las apuestas más grandes que tuvo el departamento fue vincular a las personas para que comenzaran a participar en el desarrollo y mejora de sus propios municipios. Si la Gobernación conseguía los recursos para construir un parque biosaludable, los residentes ayudaban con la mano de obra y, de esta manera, la gestión de los recursos mejoró. Programas como ‘Mujeres Empoderadas’ son el claro ejemplo del éxito de este modelo. También le puede interesar: Plan Nacional de Desarrollo: ¿Política vs. economía? Para garantizar que estos programas fueran exitosos, el gobierno departamental concentró esfuerzos en el mejoramiento de vías y en proyectos como Gobernación sobre Ruedas, que permitió llevar toda la infraestructura de servicios a lugares apartados como Vista Hermosa y La Macarena. Alberto Castro Sandoval, secretario de Agricultura y Desarrollo Rural del Meta, cuenta que otra de las apuestas fue lograr que los pequeños y medianos empresarios se asociaran. De esta manera, junto con iniciativas en control de maquinaria agrícola, mercados campesinos y cursos para que los productores aprendieran a comercializar sus productos, hoy el Meta produce café, cacao, miel, aguacate, sacha inchi, piña y patilla con una calidad hasta el momento desconocida para el resto del país. “Desde el comienzo se tenía claro que se debía fortalecer el desarrollo agroindustrial. No depender más de la producción de materias primas, sino transformarlas para que tengan valores agregados”, afirma Castro. Por esto, el gobierno departamental dejó que las grandes empresas ubicadas en la altillanura siguieran con sus procesos y, en cambio, fortaleció a los pequeños y medianos productores. Así fue como se llegó, por ejemplo, a la región del Ariari, en donde estaban ubicados 11 de los municipios con mayores índices de pobreza absoluta. Ahora, en Uribe, Mesetas, Lejanías, El Dorado, San Juan de Arama y Mapiripán hay productores que hace cuatro años no estaban allí. Uno de los retos más grandes, debido a que más del 50 por ciento de la tierra en el Meta es baldía, fue apostarle a la economía familiar campesina. Enseñar prácticas de ganadería de doble propósito, no solo para carne sino buscando incrementar la producción de leche, pues los lácteos del Meta tienen un valor agregado que son los contenidos grasos y nutritivos que no tiene el ganado de tierra fría. Así mismo, se ha buscado reemplazar la ganadería bovina en la sierra de La Macarena, por ejemplo, por ganadería ovina para reducir el impacto ambiental. Todos estos han sido grandes logros del gobierno de Marcela Amaya. Fortalecer el turismo El Meta se convirtió en un referente nacional para el ecoturismo. En parte, gracias a la firma de la paz, ya que por fin se pudo acceder a zonas en las que anteriormente nadie había estado. Según Gustavo Adolfo Jiménez, director del Instituto de Turismo del Meta, desde el programa de gobierno y el plan de desarrollo se puso en marcha un proyecto de tres estrategias para potenciar el turismo en la región. Primero, la recuperación del territorio con competitividad, pues a partir de la firma del proceso de paz el departamento tuvo que recuperar territorios inexplorados. Segundo, la infraestructura. La construcción de vías terciarias, redes de saneamiento básico y salud fueron los pilares del turismo departamental, pues sin acueductos, centros de atención y vías que conecten municipios el turismo jamás iba a llegar. Tercero, la promoción. Toda una estrategia para posicionar al Meta en materia de ecoturismo, atractivos folclóricos y de identidad cultural, que han convertido a la región en un destino de talla internacional por sus selvas vírgenes, piscinas naturales y rutas desconocidas. Además, se afianzaron obras únicas y pioneras en materia de turismo como la Torre Mirador Matapalo, la joya de la corona ubicada en la Ruta del Amanecer, entre Puerto López y Puerto Gaitán, al lado del ya conocido Obelisco, el punto cero de Colombia. En conclusión, de la mano de la agricultura y el turismo, además del trabajo de las comunidades y las diferentes entidades al servicio de la Gobernación del Meta, el departamento se reinventó para seguir siendo una región próspera y llena de vida.