En octubre de 2016 los líderes de 167 países, entre ellos Colombia, se congregaron en Quito en la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Urbano Sostenible-Hábitat III.Allí, los gobiernos se comprometieron a implementar la Nueva Agenda Urbana como carta de navegación para orientar el desarrollo urbano sostenible hacia los próximos 20 años, y a mostrar, anualmente, los resultados en su implementación efectiva.En la base de la ‘Declaración de Quito’, que lanza la Nueva Agenda Urbana, está la consideración de que por primera vez en la historia de la humanidad la población mundial es prevalentemente urbana. La argumentación central de la Agenda es que la buena urbanización genera desarrollo sostenible, y que por tanto las políticas, la legislación y las normativas apropiadas; la planificación y el diseño, la economía local y las finanzas municipales, son pilares imprescindibles para generar nuevas oportunidades y una mejor calidad de vida. Y sobre todo, para “no dejar a nadie (ni ningún lugar) atrás” en el goce efectivo de los derechos, como clama la Agenda Global de Desarrollo Sostenible 2030.El reto es significativo para Colombia, donde el 78 por ciento de la población vive en centros urbanos –ciudades grandes, intermedias o pequeñas– que han sido motores de crecimiento económico y de mejoramiento de las condiciones sociales (el 85 por ciento del PIB nacional se produce en las ciudades). Adicionalmente, frente al promedio latinoamericano este país presenta un sistema urbano policéntrico, con una presencia importante de ciudades intermedias (41 con más de 100.000 habitantes) que debe ser aprovechado como generador de desarrollo y competitividad.Sin embargo, el rápido y desordenado crecimiento de las áreas urbanas –también impulsado por los acelerados fenómenos migratorios campo-ciudad exacerbados por el conflicto interno– asociado con la falta endémica de liderazgo y capacidades de los actores públicos para guiar el desarrollo a través de políticas y herramientas apropiadas de planeación y control, han producido en el país rezagos en términos de progreso urbano y equidad.Por ello, los desafíos colombianos, en términos de la Nueva Agenda Urbana, son de doble índole. A escala nacional, deben aprovecharse las ventajas que ofrece el ‘sistema de ciudades’, y así valorizar la red y nodos de aglomeración existentes para construir un nuevo pacto de desarrollo, enfocado en superar las asimetrías territoriales y regionales que hoy hay. A escala local, es decisivo fomentar liderazgos públicos transformadores que, en un marco de reglas claras, compartidas y socialmente aceptadas, impulsen procesos de renovación con resultados tangibles en el corto, mediano y largo plazo, que muestran al ciudadano que sí se puede.En este contexto se enmarcan los procesos de transformación que han interesado a Montería en el último decenio, y que representan en Colombia un punto de referencia sobre cómo puede reenfocarse el desarrollo urbano de una ciudad capital e, incluso, cambiar la percepción general sobre ella.De acuerdo con el Reporte del Estado de las Ciudades de Colombia (RECC), elaborado por ONU-Hábitat, Montería ha avanzado positivamente en la implementación de políticas exitosas de desarrollo urbano y, por ende, se ubica como una de las ciudades menos rezagadas de su grupo, según el Índice de Prosperidad Urbana, que mide en forma comparada a nivel nacional e internacional, resultados en cinco dimensiones: productividad, infraestructura y conectividad, calidad de vida, equidad e inclusión social y sostenibilidad ambiental.Si bien mantiene aún retos importantes en subdimensiones como la aglomeración económica y la infraestructura social, Montería supera el valor promedio por su categoría en espacio público, calidad del aire o sostenibilidad ambiental. Esto da cuenta de acciones estructurales en temas estratégicos como el rescate del río Sinú, que redefine el relacionamiento de la ciudad con este recurso (a través de estrategias como parques lineales, recuperación y mantenimiento de humedales y zonas de reserva, e intervenciones urbanísticas paradigmáticas en su orilla).La administración, con el apoyo de actores locales, también impulsa medidas transformadoras, como el uso de energías limpias en la construcción de infraestructura y la prestación de los servicios públicos, así como la construcción de parques y senderos arborizados, la incorporación de la gestión del riesgo a la planeación del desarrollo o programas como Agrópolis, iniciativa público-privada enfocada en generar sinergias en el desarrollo agropecuario entre espacios urbanos y rurales, mejorando la seguridad alimentaria y las relaciones con lo rural. Adicionalmente, en los últimos años la ciudad ha experimentado importantes cambios en materia de movilidad sostenible, con inversiones en el espacio público, ciclorrutas y servicios de bicicletas públicas, así como el mejoramiento del transporte y las vías.Pese a los significativos logros alcanzados para avanzar en la senda de la Nueva Agenda Urbana, Montería debe insistir en su acción de desarrollo sobre temas críticos como la disminución de la pobreza, una mayor articulación regional, la generación de sinergias en la productividad para ampliar los mercados locales y generar complementariedades productivas; la priorización de una educación de calidad y de políticas de oportunidades para los jóvenes, la transformación de zonas informales y el mejoramiento de la planeación y diseño urbanos.Sin embargo, la vía para una transformación de la ciudad ha sido trazada con liderazgo y capacidad de gestión desde lo público y un amplio reconocimiento interno e internacional. Esta dinámica llevó a que Montería fuera seleccionada por ONU-Hábitat entre las diez ciudades más sostenibles del mundo, y que recibiese por ello el Premio Hábitat 2016 en ocasión de la cumbre mundial.*Coordinador de la ONU-Hábitat para los países Andinos.