Román no sabía lo que estaba haciendo. El partido contra Costa Rica iba 1-1. Quedaban tres minutos para el final y para sumar una nueva decepción en las eliminatorias del mundial. Que Panamá quedara una vez más por fuera del mapa, era una imagen que nadie quería volver a vivir. La victoria se necesitaba. En el entretiempo llegaban buenas noticias: Trinidad y Tobago estaba derrotando sorpresivamente a Estados Unidos.Pero el gran Román de verdad no sabía lo que hacía aquella noche del 10 de octubre de 2017 en el estadio Rommel Fernández de Ciudad de Panamá. Armando Cooper tenía la pelota, bien atrás, a 70 metros de la portería costarricense y el bombazo estaba listo para que alguien tuviera en sus pies la posibilidad del milagro. Él, con su pelo ensortijado, con sus rastas talla ‘S’, miró hacia el banquillo técnico para que lo autorizaran a subir al área rival y no encontró eco. Solamente lo observaba José de Jesús Calderón, arquero suplente y su compadre de la vida. Fue entonces cuando el portero le gritó desde la raya que sí, que subiera a ver qué lograba y Torres emprendió la carrera. Este tipo de arrebatos de ir por lo inesperado es una constante en este defensor que lo ha llevado muy lejos.A chichones se aprendeSu barrio es bravo. Y Torres creció en las entrañas de las dificultades a cocción lenta. Por eso cuando tuvo que ir a probarse como jugador de fútbol no lo dudó ni sintió temor, así no fuera en la posición que él soñaba: atacante. Hoy uno entiende por qué Román Torres, a pesar de estar ubicado en la cueva donde se evitan los intentos de gol, cuenta con una magnífica relación con las porterías rivales. Pero de regreso a la convocatoria de juveniles en el club Chepo, tomó una decisión veloz cuando estaban seleccionando a los nuevos integrantes. Eran muchos atacantes y pocos defensas. Hizo cuentas y cuando el técnico pidió que los que jugaran de zagueros alzaran la mano –como pidiendo el fuera de lugar– Torres fue el primero en la fila.Lejos estaba aún de ser ‘Mazinger’, apodo con el que se ha hecho famoso. En Barrio lindo era ‘Chombolón’ y aún le dicen así los lugareños cuando visita las calles en las que se crió para devolverles algo de lo que él nunca pudo tener. El mote tenía una razón de ser: de niño era muy revoltoso y se la pasaba dándose golpes en la cabeza y exhibía con carcajadas los chichones que le dieron aquel sobrenombre, y que nunca cesaron, porque en los duelos personales iba sin miedo, con la camiseta del Chepo, o la del San Francisco de su país.Aguante extremoSe fue a Colombia, país en el que se aprecian muy bien las cualidades de los jugadores panameños. Él, junto con Blas Pérez, fueron los que abrieron las fronteras a sus connacionales. Fue parte del Tuluá, La Equidad, Junior, Nacional y Millonarios, con actuaciones superiores a las del promedio. En Bogotá siempre se recordará la efectiva dupla que conformó con Pedro Franco en la última línea de Millonarios, base del título que obtuvo el club en 2012 después de 24 años de quedar en blanco. Ese tránsito le dio la oportunidad de jugar en la MLS con el Seattle Sounders. Aunque no faltaron los golpes con su selección: el increíble despojo del que su equipo fue víctima en la Copa de Oro ante México por cuenta de un penal inventado por el norteamericano Geiger, o la eliminación in extremis del repechaje hacia Brasil 2014. Sin embargo, el sueño estaba completo, llegar a Estados Unidos significaba un acierto en su consolidación como jugador internacional.Pero la pesadilla no se hizo esperar: en su cuarto partido con los de Seattle se rompió los ligamentos de la rodilla. Los optimistas, por el grado de crudeza de la lesión dijeron que tendría suerte si en un año volvía. Torres desoyó cualquier comentario negativo y apoyado por su familia, y en soledad, regresó a las canchas seis meses después. En Panamá lo esperaron, porque él debía ser el comandante de la defensa en Rusia 2018.Por eso hay que volver al principio, a Armando Cooper listo a lanzar un pelotazo, a José de Jesús dando semáforo verde y a Luis Tejada que peina la pelota perfectamente para la llegada de Román que, con un latigazo inolvidable anota el 2-1 de la victoria postrera y esperada ante Costa Rica. Torres celebró con ganas y quitándose la camiseta pero, de la emoción, no sabía lo que hacía. Contó en una entrevista que él pensaba que ese tanto les valía para jugar el repechaje contra alguna selección del Asia. A los tres minutos el árbitro pitó el final y Felipe Baloy lo abrazó, le dijo: “Román, vamos directo. ¡Estamos en Rusia!”. En ese momento, el titán se quebró. Fue la única vez en la que se ha visto a Mazinger llorar.*Periodista.